Miedo al compromiso: personas que temen al amor formal

Una reacción comprensible a las malas experiencias en pareja. Explicamos sus causas y efectos.

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La psicología de las relaciones personales es una de las facetas de nuestro comportamiento más confusas. Por ejemplo, se da el caso de que personas que aprenden a disfrutar plenamente de la mutua compañía, de repente, se distancian. 

No porque la personalidad de uno de ellos haya cambiado de la noche a la mañana, ni por algo que alguien haya dicho o hecho; simplemente, a causa de algo llamado miedo al compromiso.

Este temor acerca del futuro es uno de los tipos de miedo que no están producidos por un tipo de animal ni por una situación que ponga en peligro la integridad física, sino que más bien tienen que ver con la angustia que produce la anticipación de una experiencia no deseada.

¿En qué consiste el miedo al compromiso?

El miedo al compromiso es el temor más o menos irracional a una situación que no se ha producido y que tiene que ver con limitar la propia libertad como sacrificio a realizar para formar un vínculo con otra persona.

Muchas veces vinculamos el miedo al compromiso al mundo de las relaciones de pareja, pero realmente puede aparecer en cualquier situación en la que se vislumbre la posibilidad de que quedemos maniatados en una relación formal o informal que demande demasiado de nosotros.

La creencia fundamental en la que se basa este estado mental es relativamente simple: poder elegir entre varias opciones, aunque eso suponga inestabilidad, es preferible a trazar un pacto o un compromiso que limite nuestra libertad de movimiento.

Sin embargo, el miedo al compromiso puede ser entendido abordando los diferentes pilares en los que se fundamente. Son los siguientes.

1. Un marcado individualismo

El modo de pensar de las personas propensas al miedo al compromiso es básicamente individualista, en el sentido más neutro posible de la palabra. No tienen por qué ser egoístas o egocéntricos; simplemente valoran en primer lugar las necesidades individuales, y no tanto los colectivos. Es por eso que difícilmente mostrarán entusiasmo e iniciativa propia por un proyecto conjunto que está empezando; en todo caso se quedarán mirando con curiosidad.

Lo mismo ocurre con las relaciones de pareja; el miedo al compromiso hace que la posibilidad de tener una relación romántica sea interpretada, entre otras cosas, como una manera de diluir la propia identidad y de sacrificar tiempo y esfuerzo. No se piensa en la pareja como una unidad, sino como la suma de dos partes.

2. El pesimismo a la hora de valorar el futuro

Las persona que muestran un miedo al compromiso constante y sistemático tienden a creer que cada una de las opciones de futuro que se extienden ante sus ojos están destinadas a ser una mala experiencia en la que los costes y sacrificios que hay que hacer no serán compensados por las ventajas. El problema no es tanto que o se acepte un compromiso concreto, sino que se rechaza de antemano abrazar cualquier compromiso que limite la propia libertad en el futuro.

3. El pensamiento dicotómico

Las personas con miedo al compromiso ven las decisiones que tienen que ver con la reciprocidad y los pactos como una cuestión de o todo o nada: o se encaja en un marco de relaciones que nos impone la otra persona, o no se acepta. Apenas se piensa en la posibilidad de negociar dónde empiezan y dónde acaban las responsabilidades y obligaciones de cada uno, y ni siquiera pasa por la cabeza que ese compromiso pueda adaptarse a las necesidades de uno mismo.

Es por eso que, en ocasiones, el hecho de salir huyendo cuando aparece un atisbo de compromiso en el futuro causa confusión y malestar, cuando no daños en la propia autoestima. Muchas veces se entiende que no ha sido esa idea ficticia de lo que el compromiso supone lo que ha producido miedo en el otro, sino uno mismo, las propias características de la persona.

¿Qué hacer ante este tipo de miedo?

En el mundo de los negocios y de las relaciones formales, el miedo al compromiso puede estar razonablemente fundamentado si se produce puntualmente; al fin y al cabo, puede ser una muestra de que el trato ofrecido, simplemente, o era bueno. Lo que sí resulta preocupante es que el miedo al compromiso se extienda a todas las facetas de la vida, también a la vida amorosa y afectiva, y de forma sistemática y constante durante mucho tiempo.

En esos casos, la terapia de pareja puede ser una solución muy aconsejable, ya que mediante la mediación es posible alcanzar acuerdos muy interesantes y, a la vez, modificar los esquemas de creencias de la persona para hacer que no tenga tantos prejuicios sobre lo que implica asumir ese compromiso.

Otras opciones interesantes son las Terapias Cognitivo Conductuales, dirigidas a ayudar a que la persona modifique su propia manera de pensar en favor de otra más adaptativa. Esto suele significar, entre otras cosas, adoptar una mentalidad menos individualista, una que sea capaz de valorar esas experiencias que solo se pueden vivir intensamente si son entendidas como el producto de dos personas que establecen una relación cuyo producto es más que la suma de sus componentes.

Psicólogo

Licenciado en Sociología por la Universitat Autónoma de Barcelona. Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona. Posgrado en comunicación política y Máster en Psicología social.

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