¿Sufro Estrés o un Trastorno de Ansiedad?

Veamos las claves para distinguir entre los trastornos de ansiedad y el estrés.

¿Sufro Estrés o un Trastorno de Ansiedad?

La línea que distingue ciertos constructos teóricos de otros es muy fina, en especial en disciplinas como la psicología. Y es que a lo largo de las últimas décadas se han conceptualizado desde el campo científico algunos conceptos incluso de formas contrapuestas. Por lo tanto, es lógico que muchas personas tengan dificultades en diferenciar algunos términos ‘psi’ de otros, más aún cuando son empleados todos los días en el lenguaje cotidiano, como sucede con el estrés y la ansiedad: ¿uno es parte de la otra? ¿Son sinónimos?

El debate da un salto cualitativo cuando pensamos que, a raíz de esta confusión, una persona puede no saber qué hacer con su problema al desconocer si eso que padece es estrés o un trastorno de ansiedad. Por tal razón, en este artículo señalaremos las principales diferencias entre ambos constructos y ciertas pautas para distinguir el estrés de un trastorno de ansiedad.

¿Qué es el estrés?

En primer lugar, podemos partir definiendo al estrés como un mecanismo adaptativo que refiere a una serie de cambios fisiológicos que permiten a un organismo adaptarse a un estímulo estresante, que podría ser aversivo o no, al que denominamos estresor. Los seres humanos y otras especies estamos permanentemente expuestos a estresores del medio, por lo que su presencia supone una alteración de nuestra homeostasis o equilibrio interno. Esto, lejos de suponer un problema, es una gran virtud. Por eso decimos que el estrés es un mecanismo adaptativo: si no fuese por él, no seríamos capaces de comportarnos de forma acorde a lo que acontece a nuestro alrededor (nos permite huir de un callejón oscuro en el que podríamos ser atacados, por ejemplo).

Sin embargo, la exposición constante a estímulos estresantes puede provocar la cronificación del estrés, lo cual puede afectar gravemente a nuestra salud. Incide en nuestro sistema inmunológico y, sobre todo, en nuestro sistema nervioso. Para hacer frente a los estresores, el organismo desencadena primero una respuesta simpática nerviosa —produciendo fenómenos como el aumento de nuestra presión arterial, puesto que busca que la glucosa (el combustible de energía rápida) y los nutrientes viajen por el torrente sanguíneo de manera veloz para llevar a cabo una respuesta adaptativa ante el estresor—; y de esto no ser suficiente, evoca una respuesta endócrina. Esto lo consigue activando el eje hipotálamo-hipofisario-adrenal, cuyo resultado es la sobreproducción de glucocorticoides, que de perdurar en el tiempo, puede desencadenar alteraciones graves, tanto conductuales como cognitivas.

¿Cómo distinguir el estrés de la ansiedad?

Por su parte, la ansiedad suele definirse como una serie de comportamientos, reacciones fisiológicas, experiencias y expresiones emocionales normales, que todos presentamos ante una posible amenaza, sea esta real o no. El primer punto por el que la ansiedad suele confundirse con el estrés es que ésta también supone un mecanismo adaptativo. Sentir ansiedad nos permite anticiparnos al futuro y evaluar posibles escenarios como consecuencia de una misma circunstancia, por lo que es fundamental para la toma de decisiones.

Cuando experimentamos ansiedad, presentamos signos y síntomas como sudoración localizada en las manos, nos sentimos nerviosos o inquietos, tenemos palpitaciones o incluso taquicardia. Como podremos notar, estos coinciden con muchos de los síntomas del estrés. Sin embargo, en pos de distinguir los dos constructos, algunos autores señalan el hecho de que la ansiedad es una respuesta emocional frente al estrés, por lo que no podría pensarse de forma aislada a éste, sino más bien como una dimensión más del mecanismo adaptativo. En relación con esta idea, la Asociación Americana de Psicología ha publicado un artículo al respecto en el que señala que el estrés está típicamente causado por un desencadenante externo al sujeto, que genera síntomas como insomnio, fatiga o enojo.

En cambio, la ansiedad se define como una preocupación excesiva ante un estresor —por lo que podríamos sostener que es parte de este continuum—, pero que persiste incluso cuando el estresor ya está ausente. De tal modo se configura una amenaza que tiende a ser interna, desconocida y vaga. Es por ello que, para algunas personas, sea difícil identificar ante qué situaciones u objetos sienten ansiedad.

La diferencia entre los trastornos de ansiedad y del estrés

Como hemos desarrollado, es frágil la línea que distingue ansiedad de estrés: ambos son mecanismos adaptativos, universales, nos sirven para dar respuestas al medio, sus síntomas y signos en muchas ocasiones coinciden, como así también lo hacen las estrategias de afrontamiento más eficientes para responderles. Algunas de éstas son el ejercicio físico, una buena higiene del sueño, alimentación variada y completa, etcétera. No obstante, cuando la ansiedad o el estrés se cronifican y devienen en una patología, la distinción resulta más evidente.

Podemos sentirnos estresados ante situaciones cotidianas de nuestra vida, ya sea que las valoremos positivas o negativas. En el caso de éstas últimas, pueden desencadenarse debido a eventos de breve duración, como una entrega de un trabajo dentro de los próximos días, pero también a causa de fenómenos a largo plazo, como el diagnóstico de una enfermedad crónica. Un trastorno del estrés cada vez más habitual entre las personas es el burnout, también conocido como síndrome del desgaste laboral, que afecta especialmente a aquellos trabajadores cuya labor implica el cuidado de personas, como médicos o docentes. Otro trastorno del estrés es el trastorno de estrés post-traumático (TEPT), en el que tras una situación altamente estresante o traumática (como un accidente de tránsito o una situación de abuso), la persona presenta síntomas como despersonalización, desrealización, anestesia afectiva —es decir, indica “no sentir nada”— y, sobre todo, tiene fenómenos de reexperimentación o flashbacks de dicha situación.

En cambio, existe otra gama de trastornos que, aunque están vinculadas a fenómenos estresantes, su componente característico es la prevalencia de la ansiedad y la evitación de circunstancias en las que ésta pueda llegar a manifestarse. Algunos de estos trastornos son las fobias, el trastorno de ansiedad social, el trastorno de pánico o el trastorno de ansiedad generalizada. En ellos, la persona suele presentar una preocupación excesiva e incontrolable sobre determinados estímulos (sean éstos reales o hipotéticos, estén presentes o no) que acaba interfiriendo con sus quehaceres cotidianos de manera negativa. Por ejemplo, si una persona tiene una sensación de sofoco y sudoraciones corporales, acompañado del componente cognitivo de hipervalorización de sus temores, es posible que se trate de algún trastorno de ansiedad.

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Más allá de estas pautas que hemos señalado, también es importante notar que la línea podría continuar siendo fina incluso sabiendo las diferencias entre ambos conceptos. Por esa razón, para saber con certeza si alguien padece de estrés o un trastorno de ansiedad será necesaria la consulta con un profesional de la salud mental, capaz de brindar un diagnóstico preciso y guiar el tratamiento.

  • American Psychological Association (2022). What’s the difference between stress and anxiety? American Psychological Association (2022). 11 healthy ways to handle life’s stressors.
  • Suárez Richards, M. (2006). Trastornos de ansiedad. En Introducción a la psiquiatría. Tercera Edición. Ediciones Polemos.

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