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La regla del décimo hombre: qué es y qué aporta a la reflexión grupal

La regla del décimo hombre se propone hacer funcionar mejor los procesos de reflexión grupal.

La regla del décimo hombre

¿Qué pasaría si lo impensable se convirtiera en realidad? A veces, durante el proceso creativo, todos los que forman parte de un equipo de trabajo llegan a las mismas conclusiones, quizás por el asunto parece tener una solución obvia.

Esto puede hacer que se llegue a una solución pronto pero, también, puede hacer que se descarten alternativas que, quizás son impensables, pero no imposibles.

La regla del décimo hombre es una táctica en la que si varias personas llegan al consenso, para asegurarse de que esa conclusión no sea un gran error, alguien se encarga de sembrar la duda y plantea alternativas. Lo vamos a ver de forma mucho más clara a continuación.

¿Qué es la regla del décimo hombre?

La regla del décimo hombre es una táctica de sentido común que sostiene que, si en un grupo de diez personas nueve han llegado a una conclusión de forma unánime, la décima persona debería estar obligada a asumir que los otras nueve del grupo están equivocados, aunque en el fondo esté de acuerdo con ellas. Esta décima persona debería hacer todo lo posible para probar que las demás cometen un error, y buscar alternativas a lo estipulado por el grupo en su conjunto.

Cabe decir que esta forma de trabajar no es exclusivamente aplicable a grupos con diez personas. Se puede usar esta táctica en grupos mucho más reducidos, de mínimo tres o cuatro personas. Siempre y cuando haya una mayoría, se puede usar la regla del décimo hombre, siendo esa persona (sea tercera, cuarta...) la que ponga en duda lo que los demás han acordado de forma tan inequívoca.

La lógica de defender una tesis contraria a lo que la mayoría del grupo ha acordado, pese a que se esté incluso de acuerdo con ello, es el estar preparados ante una posible eventualidad o tesis improbable, analizar los escenarios que ni remotamente parecen concebibles y sacar conclusiones para abordar lo impensable. Pensar así evita que el grupo cometa errores de pensamiento, como el sesgo argumentativo o el pensamiento homogéneo.

Orígenes de la regla

El origen de esta regla es incierto, pero sí que es cierto que se ha hecho popular gracias a la película la película Guerra Mundial Z, dirigida por Marc Foster (2013), adaptación cinematográfica del libro homónimo de Max Brooks.

En el filme, protagonizado por Brad Pitt haciendo el papel de Gerry Lane, el mundo está a punto del colapso por culpa de una epidemia que está convirtiendo a la humanidad en zombies. Todos los países están desesperados por hacerle frente a la nueva amenaza, salvo uno: Israel. Este estado ha construido murallas para protegerse de los infectados, mucho antes de que el brote llegara a estallar.

Ante la pregunta de cómo fue posible para Israel estar preparado ante un evento tan remotamente plausible, un agente de la inteligencia del país, Jurgen Warmbrunn, explica que el motivo por el que se adelantaron a tan improbable acontecimiento fue gracias a la regla del décimo hombre.

Explica que en consejo de seguridad, en caso de que estuvieran de acuerdo nueve de sus diez integrantes, el décimo estaba obligado a proponer situaciones contrarias a lo consensuado. En un momento dado, se planteó sobre la imposibilidad de un ataque zombie, con lo cual el décimo integrante planteó justo lo contrario, que sería una amenaza real. Esto motivó la creación de sistemas de seguridad para tal eventualidad, pese a que en un principio no se creyera como real un ataque de muertos vivientes.

Relación con la teoría argumentativa

La regla del décimo hombre tiene mucha relación con un concepto de la psicología, la teoría argumentativa. Esta teoría viene a decir que, realmente, las personas no razonamos con la intención de demostrar algo como cierto, sino de utilizar argumentos como medio para defender nuestras creencias y opiniones, por muy erradas que puedan ser.

Las personas, una vez nos hemos hecho una idea, buscamos argumentos que defiendan esa creencia. Es decir, somos víctimas de un fuerte sesgo de confirmación. Buscamos todo aquello que confirme nuestra hipótesis o forma de ver el mundo y, todo aquello que lo refute o lo desmienta, que amenace nuestra “lógica”, lo rechazamos o ignoramos. El solo pensar en aquello que está en la misma línea de nuestra forma de ver el mundo puede hacer que nos equivoquemos, haciendo que tomemos malas decisiones.

Cuando discutimos sobre un tema con los demás, quienes pueden estar de acuerdo o no con nuestro punto de vista, los sesgos de confirmación de cada uno se van equilibrando en conjunto. Esto hace que nuestra forma de pensar, al estar contrastada con las de los demás, nos haga entender que quizás estamos errados o no y cambiemos nuestro parecer o nos abramos un poco de mente.

El problema, y es aquí lo que se relacionaría con la regla del décimo hombre, es que si todos o casi todos piensan de la misma manera se corre el riesgo de que todos, en grupo, cometan los mismos errores. Esto puede deberse a que todos los miembros del grupo proceden de la misma cultura, tienen los mismos gustos, creencias, educación, campo de estudio…

Es por este motivo tan importante que, en todo proceso creativo, el grupo esté conformado por un equipo multidisciplinar, preferiblemente de orígenes culturales diferentes. Al poner en contraste diferentes formas de ver el mundo se generan ideas no tan dogmáticas, lo cual contribuye a que se llegue a una decisión más segura y democrática.

¿Qué aporta?

Muy relacionado con la teoría argumentativa, aplicar la regla del décimo hombre, sea cual sea el tamaño del grupo, puede ser muy útil durante la reflexión grupal. Esto es debido a que es una muy buena forma de incluir en el proceso creativo, sea cual sea, un argumento que puede ser un soplo de aire fresco, abrir horizontes y evitar el dogmatismo o que el grupo erre en su conjunto. Son dos las ventajas principales de esta metodología.

Evita la relajación

Evita que el grupo se relaje intelectualmente hablando, es decir, que no acepten por sentada una determinada propuesta y la consideren como la solución definitiva.

Al haber alguien que la pone en duda, el resto de grupo puede replantearse su propia visión, revisando lo que se había planteado y aceptando la posibilidad de que quizás se hayan precipitado.

Se sale de la zona de confort

Como se pone en duda la solución consensuada, quien la pone en duda debe defender su propio punto de vista de opinión, aunque no lo apoye para dentro. Sin embargo, al hacer, se obliga a salir de su zona de confort, lo cual puede dar origen a ideas muy creativas e imaginativas.

Los Simpson... ¿lo predijeron?

Es por todos conocida la fama que tienen los Simpson, serie norteamericana dirigida por Matt Groening, sobre su capacidad predictiva. No son pocos los capítulos en los que se hace X cosa y, pasados unos años, ha ocurrido. No estamos hablando de algo tan común como que tal famoso fallezca, sino cosas más complejas y que, de primeras, serían impensables.

Por decir unas cuantas: Donald Trump gana la presidencia de los Estados Unidos, se crea el iPod, Disney compra 20th Century Fox, máquinas de votar trucadas, Lady Gaga actúa en la Superbowl, un virus de origen chino genera una pandemia, (aviso por spoiler) Daenerys Targaryen arrasa con Desembarco del Rey…

Todas estas cosas se mencionan en la serie, años antes de que llegaran a ocurrir. Muchos han llegado a teorizar que Matt Groening tiene algún vínculo con los Illuminati o que la serie se ha hecho a partir de predicciones de Nostradamus. Sin embargo, es posible que la explicación a todo esto sea mucho más sencilla, estando relacionada con la regla del décimo hombre.

Seguramente, en el proceso creativo de cada episodio, cuando se debate sobre qué debería ir, en caso de que todo el equipo de dirección esté de acuerdo, alguien siembra la duda o propone alguna idea que sea realmente rompedora. Quizás todos los capítulos en los que salen esas “predicciones”, tan impensables cuando emitieron por primera vez sus correspondientes capítulos, fueron el resultado de que alguien quisiera hacer algo que nadie se hubiera imaginado y, unos años después, lo impensable se convirtiera en realidad.

Referencias bibliográficas.

  • Mercier, H. y Sperber, D. (2010) Why Do Humans Reason? Arguments for an Argumentative Theory. Behavioral and Brain Sciences, Vol. 34, No. 2, pp. 57-74, 2011. Available at SSRN: https://ssrn.com/abstract=1698090

Graduado en Psicología con mención en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona. Postgrado de Actualización de Psicopatología Clínica en la UB.

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