7 formas de Discriminación muy normalizadas

Estas son creencias y actitudes que están normalizadas socialmente a pesar de que discriminan.

7 formas de Discriminación muy normalizadas

A lo largo de nuestra vida y día a día, nos rodeamos de personas de entornos diferentes y que provienen de contextos diversos. Mediante avanza el tiempo, adoptar una convivencia en la que todas las personas estén cómodas se presenta como una necesidad. Esta solo puede ser suplida mediante el establecimiento de lazos reales y el derrumbe de todos los estigmas y falsas creencias que encierran a personas pertenecientes a minorías sociales.

Tristemente, la discriminación continúa siendo una realidad arraigada en nuestra sociedad contemporánea, manifestándose de diversas formas. A menudo, estas formas de discriminación se han normalizado hasta el punto de pasar desapercibidas en nuestra vida cotidiana. Es importante identificar todo tipo de comportamientos y actuaciones que representen y generen discriminación hacia cualquier persona o colectivo.

En este artículo, nos planteamos identificar siete formas de discriminación que están tan normalizadas en nuestra sociedad que puede ser que no nos demos cuenta de su presencia e influencia.

¿Qué es la discriminación?

Antes de comentar ejemplos concretos de discriminación normalizada en nuestra sociedad, debemos comprender con más exactitud este concepto. La discriminación, en esencia, representa un trato diferenciado y desigual hacia individuos o grupos d e personas basado principalmente en características como el género, raza, orientación sexual, origen étnico, religión o clase social.

La discriminación va más allá de simples diferencias o conflictos interpersonales, y se traduce en la negación de derechos, oportunidades o recursos a ciertos grupos, perpetuando desigualdades profundamente arraigadas.

La discriminación puede presentarse de maneras manifiestas, como sería en el polo extremo el caso de la segregación explícita y buscada, o de formas más sutiles, manifestándose a través de estereotipos, prejuicios y prácticas institucionales. Es fundamental comprender que la discriminación no solo se manifiesta en actos individuales, sino que también se encuentra incrustada en estructuras sociales, económicas y políticas.

El tema central de este artículo es la discriminación normalizada, que se compone de todas esas conductas particularmente insidiosas porque se ha vuelto tan común en nuestras vidas diarias que a menudo pasa desapercibida. Identificar y comprender estas formas normalizadas es esencial para desmantelar los sistemas de opresión que perpetúan la discriminación. En este contexto, vamos a examinar siete ejemplos que ilustran cómo la discriminación ha arraigado sus raíces en nuestra sociedad de formas que, lamentablemente, a menudo nos rodean sin que les prestemos atención.

7 formas de discriminación normalizadas

Pasaremos ahora a comentar 7 ejemplos más concretos de discriminación normalizada en nuestra sociedad y que podemos vivenciar en el día a día y la cotidianidad.

1. Dificultad de acceso a cargos de poder en mujeres

En el ámbito laboral y político, la dificultad de acceso a cargos de poder por parte de las mujeres es una forma persistente de discriminación normalizada. A pesar de los avances en la igualdad de género, las barreras para que las mujeres alcancen puestos de liderazgo siguen siendo significativas. Se manifiestan en patrones arraigados de discriminación de género, como la brecha salarial, la falta de representación en roles ejecutivos y la percepción estereotipada de las capacidades de liderazgo de las mujeres.

Las mujeres a menudo enfrentan obstáculos sistemáticos, desde sesgos inconscientes hasta estructuras organizativas que favorecen a los hombres. Estos obstáculos no solo limitan las oportunidades profesionales de las mujeres, sino que también perpetúan estereotipos perjudiciales que asocian el liderazgo con características tradicionalmente masculinas. Reconocer y abordar esta discriminación normalizada no solo es esencial para la equidad de género, sino también para el progreso social en su conjunto.

2. Estereotipos de género en publicidad

Los estereotipos de género perpetuados en la publicidad son una forma insidiosa de discriminación normalizada que influye en la percepción y expectativas sociales. A menudo, los anuncios refuerzan roles tradicionales, asignando a hombres y mujeres funciones rígidas y limitantes. Las mujeres se presentan con frecuencia en roles domésticos y de cuidado, mientras que los hombres se asocian predominantemente con la fortaleza y el éxito profesional.

Estos estereotipos no solo confinan a los individuos a roles predefinidos, sino que también contribuyen a la desigualdad de género al perpetuar normas y expectativas restrictivas. La objetivación de las mujeres y la representación limitada de la diversidad de género en la publicidad refuerzan nociones obsoletas de belleza y valor.

Este fenómeno no solo afecta a las personas directamente representadas en la publicidad, sino que también influye en la percepción general de la sociedad sobre las capacidades y roles apropiados para cada género.

3. Mayores controles policiales a personas racializadas

La discriminación racial se manifiesta de manera especialmente preocupante a través de los mayores controles policiales dirigidos a personas racializadas. A pesar de los avances en la conciencia social, las comunidades racializadas continúan siendo blanco de una vigilancia desproporcionada.

Prácticas como el perfil racial y la aplicación selectiva de medidas de seguridad contribuyen a un ciclo de discriminación sistemática.

La predisposición a considerar a ciertos grupos étnicos como más propensos a la delincuencia refuerza estereotipos perjudiciales. La brutalidad policial y la falta de rendición de cuentas en casos de discriminación racial aumentan la desconfianza en las instituciones, profundizando la división entre la comunidad y las fuerzas del orden. La normalización de estos controles intensifica las desigualdades sistémicas, perpetuando un ciclo que afecta la percepción y oportunidades de las personas racializadas.

4. Implantar la heterosexualidad en la infancia como “lo normal”

La discriminación basada en la orientación sexual comienza temprano, a menudo a través de la imposición de la heterosexualidad como norma en la infancia. Las expectativas sociales y culturales, a veces inadvertidas, refuerzan la noción de que la heterosexualidad es la única expresión válida de la identidad sexual. Esta normalización afecta a los niños desde una edad temprana, perpetuando estereotipos y limitando la comprensión de la diversidad de orientaciones sexuales.

Las instituciones educativas y la cultura popular a menudo presentan modelos que excluyen otras identidades sexuales, contribuyendo a un entorno donde la diversidad es ignorada o marginada. La falta de representación y educación inclusiva puede tener consecuencias significativas, desde la alienación de individuos LGBTQ+ hasta la perpetuación de prejuicios.

5. Falta de representación de minorías en medios de comunicación

La falta de representación de minorías en los medios de comunicación es una forma de discriminación que refleja y refuerza desigualdades profundas. A pesar de la diversidad que caracteriza a nuestras sociedades, los medios a menudo han fallado en presentar una imagen precisa y equitativa de la realidad. Esta omisión contribuye a la invisibilidad y a la perpetuación de estereotipos perjudiciales.

Cuando las minorías son subrepresentadas o mal representadas, se alimenta un ciclo de ignorancia y prejuicio. La audiencia, al no verse reflejada en su diversidad, puede internalizar ideas erróneas y desarrollar percepciones distorsionadas sobre otros grupos. La falta de modelos a seguir también limita las aspiraciones de las minorías, afectando su autoimagen y oportunidades.

Abordar esta discriminación implica un cambio significativo en la industria mediática. Se requiere un compromiso activo para incluir y destacar voces y experiencias diversas. La representación auténtica en películas, programas de televisión y otros medios no solo es un acto de justicia, sino también un medio poderoso para desafiar y transformar las percepciones arraigadas.

6. Estigma hacia las personas sin hogar

La discriminación hacia las personas sin hogar es una realidad amarga y a menudo pasada por alto en nuestras comunidades. La falta de vivienda no solo se traduce en la privación de un techo físico, sino también en la marginalización social y la discriminación sistemática.

Estigmatizar a las personas sin hogar como "vagos" o "problemáticas" perpetúa una visión simplista que ignora las complejas causas de la falta de vivienda, como la pérdida de empleo, problemas de salud mental o situaciones familiares difíciles.

Esta discriminación se manifiesta en políticas y prácticas que criminalizan la falta de vivienda en lugar de abordar sus raíces estructurales. El estigma social puede resultar en la exclusión de servicios esenciales, como atención médica o empleo, dificultando aún más la reintegración de las personas sin hogar en la sociedad.

7. Discriminación institucional hacia personas migrantes

La discriminación institucional hacia personas migrantes es una problemática arraigada que permea sistemas gubernamentales y sociales. A menudo, las políticas migratorias reflejan y refuerzan desigualdades, creando barreras significativas para aquellos que buscan mejorar sus vidas en un nuevo entorno. La discriminación puede manifestarse en la falta de acceso a servicios básicos, oportunidades laborales limitadas y la vulnerabilidad a la explotación.

Las personas migrantes enfrentan obstáculos adicionales debido a la percepción estigmatizada y estereotipada que a menudo se proyecta sobre ellas. Las políticas que se centran en la detención y deportación en lugar de la integración perpetúan la marginalización y contribuyen a la creación de una clase social marginada. Superar esta forma de discriminación implica una revisión integral de las políticas migratorias y un compromiso con la equidad. La creación de vías accesibles para la migración legal y la implementación de medidas que fomenten la inclusión social son pasos cruciales.

Conclusiones

En la exploración de estas formas de discriminación normalizada, se revela la urgencia de un cambio cultural profundo. Desde la desigualdad de género hasta la falta de representación, cada ejemplo ilustra la necesidad de desafiar percepciones arraigadas. Abordar estas problemáticas implica un compromiso colectivo hacia la equidad, comprensión y empatía. Solo a través de la acción consciente y la transformación cultural podemos construir un futuro donde la diversidad sea genuinamente celebrada y la discriminación desafiada.

  • Cortina, A. (2017). Aporofobia, el rechazo al pobre.
  • Suárez, M. G. (1990). El sexismo en la educación: la discriminación cotidiana. Editorial Universidad de Costa Rica.

Psicólogo

Javi Soriano es graduado en Psicología por la Universidad de Valencia y está acabando un Máster en Investigación Psicosocial. Le interesa todo lo que tiene que ver con las personas y la sociedad, pero le encanta leer y escribir sobre temas relacionados con el género, la sexualidad y las minorías. Es una persona muy curiosa a la que le encantan los debates y aprender de los demás.

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