Tipos de psicópatas: el agresivo, el desestabilizado y el retraído

¿Cuáles son las distintas tipologías asociadas a la psicopatía?

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Hoy hablamos sobre los tres tipos de psicópatas. Si aún no sabes exactamente qué es la psicopatía, te recomendamos que eches un vistazo al artículo "Psicopatía: ¿qué ocurre en la mente del psicópata?" antes de empezar a leer.

Tipos de Psicópatas: el agresivo (primario), el desestabilizado y el retraído (secundario)

La psicopatía ha sido desde hace tiempo y sigue siendo un enigma para la psiquiatría. A causa de un fallo en el funcionamiento del procesamiento de los sentimientos, surgen individuos sin moral que a menudo acaban convirtiéndose en criminales de clase media y, en apariencia, normales.

Suponen un gran reto de cara a su comprensión debido a la complejidad que implica el intentar ahondar en las motivaciones de quien parece no sentir nada. A continuación describiremos los diferentes tipos de psicópatas categorizados por Lykken.

1. Psicópata primario

Es aquel que más se ajusta más a la definición del término psicópata, que significa “psicológicamente dañado”. Su rasgo principal se encuentra en una desviación en su temperamento muy difícil de dominar ya desde la infancia. A pesar de lo dedicados que puedan ser los padres, éstos no tienen culpa de lo complejo que puede llegar a ser tratar con su vástago.

Cabe mencionar además que existen sujetos que pueden considerarse psicópatas y sociópatas al mismo tiempo, ya que además de poseer estas características temperamentales de nacimiento, no cuentan con un buen soporte familiar ni con un entorno facilitador que les permita encauzar su conducta. Por lo tanto, su origen puede ser tanto humilde como de clase media.

2. Psicópata desestabilizado

Aun pudiendo gozar de una socialización normal, padecen un trastorno orgánico que cuando se manifiesta les desequilibra hasta tal punto de llegar a ser considerados como menos responsables de la conducta antisocial en la que incurrirán durante la duración de dicho episodio.

Equivalentes epilépticos

Algunas lesiones cerebrales (tumores, por ejemplo) pueden provocar conductas anormales y hasta antisociales. David T. Lykken también sugiere en este apartado la idea de un “cortocircuito” que se produciría en los mecanismos del sexo y la agresividad del cerebro de estos individuos. Propone que “(…) las biografías de algunos asesinos en serie se inician con la obtención de placer sexual cuando de niños torturaban animales y sugieren de un modo claro la existencia de una especie de cortocircuito entre los sistemas motivacionales en la arquitectura cerebral” (p.63).

Tipo colérico

Incluye a aquellos que sufren arrebatos de cólera. Se enmarcaría a los que ocupan el extremo superior de la distribución normal en relación a su predisposición a la ira y a la intensidad de la misma. A pesar de aventurarse a dar una taxonomía de la psicopatía y sus causas, el autor reconoce lo poco que se sabe acerca de la relevancia de las diferencias individuales en este tipo de cuestiones, preguntándose si la ira que experimentan las personas que se enfadan con mayor facilidad es más intensa, o si una mayor irascibilidad provoca también una explosión mayor de furia.

Hipersexualidad

De la misma manera que con la ira, existiría una tendencia hacia un apetito sexual más intenso. Pero también surgen interrogantes en cuanto a si la frecuencia de la excitación predice la máxima intensidad del apetito sexual; o si la intensidad en la excitación sexual durante el coito determinará el número de orgasmos que hacen falta para quedar satisfecho. Igual que pasaba con los miembros del subgrupo anterior, los que aquí encontraríamos también se hallan en situaciones de riesgo constante debido a situarse en el pico superior de la distribución normal del apetito e intensidad sexual.

Anhelos patológicos

Sienten la necesidad de satisfacer placeres ilícitos o moralmente reprobables incurriendo en acciones de riesgo. Diversas situaciones de estrés estimulan la secreción de opiáceos endógenos que ayudan a soportar el dolor y también contribuyen a experimentar el llamado “subidón”. En individuos con mayor susceptibilidad, los delitos (y sobretodo, los violentos), estas endorfinas producen únicamente un estado placentero al no haber ningún dolor o molestia que mitigar. Por tanto es fácil concluir que para ellos, “el delito en sí es su recompensa” (p.65).

Tipo histérico

La característica básica aquí radica en la dualidad entre la indiferencia entre las acciones cometidas por estas personas y el remordimiento o ansiedad que en otro momento pueden sentir. A pesar de estar bien socializado, un joven que piense en hacer algo prohibido y sienta malestar al reflexionar sobre las consecuencias, es también más vulnerable a ser tentado, porque puede llegar a reprimir este malestar. No obstante, esta acción represora es propensa al agotamiento, por lo que en los periodos en los que no esté activa, este tipo de psicópata sentirá resentimiento y culpa por lo que pueda haber hecho.

3. Psicópata secundario

Similar a los primarios en cuanto a impulsividad, agresividad y baja socialización, pero con una marcada tendencia a la culpa y al retraimiento. De acuerdo con el modelo neurofisiológico de Fowles y Gray, la conducta impulsiva y psicopática puede deberse a un pobre ‘sistema de inhibición de la conducta’ (SIC) o a una activación desmesurada en el ‘sistema de activación de la conducta’ (SAC).

El primer caso desembocaría en una psicopatía primaria, mientras que el segundo al de la secundaria. Estos últimos sienten agobio, estrés y están insatisfechos consigo mismo y con sus vidas. De igual forma que los del otro grupo, llevan a cabo delitos movidos por sus pulsiones, pero se diferencian en el remordimiento y el estrés posterior que sufren, que puede llegar a ser incluso más elevado que el de las personas corrientes.

Referencias bibliográficas:

  • Lykken, D. (1994) Las personalidades antisociales. Barcelona: Herder.

Psicólogo Forense en Barcelona | Redactor especializado en Psicología Forense y Criminal

Alex Grandío (Barcelona, 1990) es graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona y también cursó el Máster en Psicología Forense y Criminal. Trabajó como psicólogo voluntario en el Centro Penitenciario de Hombres de Barcelona, donde realizaba la conducción de grupos de tratamiento de deshabituación de drogas y la promoción de hábitos de vida saludables. Allí también llevaba a cabo las entrevistas de inclusión y posterior seguimiento de los miembros que pertenecían a dichos grupos. Desde siempre se ha sentido fascinado por la parte oscura de la mente humana y todos los elementos que envuelven a la personalidad criminal; además de por el cine y la literatura, tal y como se demuestra en sus artículos.

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