Oráculo de Aaronson: ¿qué es este curioso algoritmo?

El oráculo de Aaronson está formado por un programa que predice el comportamiento humano.

Oráculo de Aaronson

¿Tenemos libre albedrío o nuestras conductas vienen predeterminadas? ¿Somos tan libres como creemos ser?

Estas preguntas son las que se pueden plantear cuando hablamos del oráculo de Aaronson, un, aparentemente simple algoritmo que, pese a limitarse a estudiar qué teclas pulsamos, es capaz de saber cuáles vamos a pulsar a continuación.

Puede parecer algo simple y poco interesante, pero teniendo en cuenta que un simple programa de ordenador es capaz de saber cómo nos vamos a comportar en base a cómo estamos respondiendo, no es moco de pavo. Veámoslo a continuación.

¿Qué es el oráculo de Aaronson?

El oráculo de Aaronson consiste en un programa informático el cual ha demostrado tener una alta capacidad de predicción de las decisiones humanas.

El algoritmo detrás de este programa fue elaborado por Scott Aaronson y, mediante una tarea que debe hacer el participante, el programa es capaz de saber cuál va a ser la siguiente tecla que va a pulsar. La persona se encuentra delante de un ordenador con el programa puesto y debe pulsar las teclas D o F las veces que desee y en el orden que quiera.

Mientras la persona va pulsando teclas, el oráculo dará feedback, indicando si la tecla pulsada era la que tenía en mente o no. Es decir, el oráculo indica si ha acertado al predecir que la persona pulsaría la tecla D o la tecla F.

¿Cómo funciona?

Como ya hemos visto, pese a lo misterioso del nombre, el oráculo de Aaronson no es más que un algoritmo detrás de un programa informático. Éste se encarga de analizar las 32 posibles secuencias diferentes de cinco letras, conformadas por las teclas D y F, que haya tecleado la persona con anterioridad. El algoritmo las va memorizando a medida que el sujeto las va tecleando y, cuando la persona vuelve a teclear una secuencia que empieza de forma similar a una ya hecha con anterioridad, el algoritmo predice la siguiente letra.

Para entenderlo mejor, pongamos el siguiente caso. Hemos tecleado en algún momento la siguiente secuencia D-D-D-F-F-F. El algoritmo la habrá memorizado y, si da la casualidad de que acabamos de teclear la siguiente secuencia D-D-D-F-F, lo más probable es que el oráculo establezca que la siguiente tecla pulsada será otra F. Claro está que podríamos teclear D y hacer que el oráculo se equivoque, pero cabe decir que, avanzadas las secuencias, el porcentaje de predicción del algoritmo es superior al 60%.

Cuando vamos pulsando las primeras teclas, el porcentaje de predicción del oráculo no será alto. Esto es debido a que acabamos de poner información, es decir, no hay secuencias anteriores y, por lo tanto, no hay antecedentes que se puedan vincular con la información inmediatamente puesta. En el primer intento, el oráculo le es imposible predecir si vamos a poner una D o una F. Esta decisión puede ser totalmente al azar, y, por lo tanto, el oráculo no tendrá una certeza superior al 50%.

No obstante, una vez ya hemos puesto varias secuencias de teclas, el programa va a ir prediciendo con mayor precisión nuestro patrón de conducta. A más teclas pulsadas, más información y, por lo tanto, más capaz es de saber si lo siguiente va a ser una D o una F. En su versión web se pueden ver los porcentajes de acierto. Si estos son inferiores al 50% significa que el oráculo no acierta bien, y superiores significa que va por buen camino.

Lo sorprendente del programa es que, pese a que podemos intentar hacer que se confunda, el algoritmo aprende de ello. Acaba usando nuestra decisión en contra nuestra, haciéndonos ver que, pese a que lo habíamos hecho supuestamente de forma libre, realmente no es así.

¿Somos tan predecibles?

En base a lo visto con el oráculo de Aaronson, consistente en un simple algoritmo informático, se hace necesario abrir el debate sobre si el ser humano, quien siempre ha hecho gala de su libre albedrío, realmente dispone de semejante don o, por el contrario, no es más que una simple ilusión.

La idea detrás del concepto de libre albedrío es que las personas nos comportamos de forma totalmente independiente a nuestros actos previos y estímulos presentes en nuestro ambiente más inmediato y cercano. Es decir, independientemente de qué hayamos hecho o lo que veamos, oigamos o sintamos, nuestras conductas pueden ser decididas de forma consciente y desvinculadas del pasado y del entorno. De forma resumida, libre albedrío viene a decir que nada está escrito, que todo es posible.

Lo contrario a este concepto es la idea del determinismo. Lo que hayamos hecho antes, lo que ya hayamos vivido o lo que estemos viviendo ahora mismo determinan nuestros actos. por muy conscientes y dueños que nos creamos de nuestras conductas, de acuerdo con el determinismo, no son más que el resultado de lo que ya ha ocurrido. Son el siguiente eslabón de una cadena de acontecimientos que son cada uno de ellos la causa del posterior.

Viendo estas definiciones, uno puede pensar que sí, efectivamente, la idea de que ayer, la semana pasada, todos los días del mes anterior o incluso desde hace años hayamos comido a las dos de la tarde es un hecho que, muy probablemente, se repita mañana, no obstante, esto no quiere decir que determine que mañana vaya a pasar. Es decir, pese a que es muy probable que mañana comamos a las dos, no quiere decir que no podamos cambiar, de forma totalmente aleatoria, la hora en la que comeremos al día siguiente.

Sin embargo, lo que viene a sacar a la luz el oráculo de Aaronson es que los seres humanos, pese a que intentamos no ser predecibles, acabamos siéndolo. Incluso intentando evitar que un simple programa de ordenador sepa qué tecla vamos a pulsar, por el simple hecho de pulsar la otra, ya estamos siendo predecibles, dado que el ordenador se nos ha adelantado. Ya le hemos dado suficiente información para saber cómo nos vamos a comportar.

Amnesia anterógrada y conductas repetidas: El caso de Mary Sue

Hace un tiempo se volvió famosa una mujer por, lamentablemente, un síntoma de su amnesia global transitoria que resultó despertar la curiosidad de la red. La señora, llamada Mary Sue, aparecía en un vídeo grabado por su hija, en el cual mantenía una conversación.

Hasta aquí todo normal, salvo por un importante detalle: la conversación se repetía en bucle, y duró cerca de nueve horas y media. Mary Sue se repetía como una vieja cinta de cassette. Afortunadamente para la mujer su amnesia se solucionó al cabo de un día.

Este tipo de conversaciones repetidas son algo común en las personas quienes sufren amnesia anterógrada y, de hecho, han sido ampliamente documentados, además de que sirven para darle un poco de luz al problema que aquí nos atañe: ¿nuestras decisiones son libres? El problema que nos impide comprobar si una decisión que hemos tomado en el pasado fue fruto de nuestro supuesto libre albedrío o, por el contrario, estaba determinada, es que no podemos viajar al pasado y tratar de modificarla.

Pero, afortunadamente, casos como el de Mary Sue nos permiten entender un poco mejor esto. Mary Sue se encontraba, hablando metafóricamente, en un bucle temporal. Hablaba, pasaba un poco el tiempo y, de repente, era como si volviera al pasado. Vueltos al inicio, Mary Sue empezaba a formular las mismas preguntas, a decir las mismas respuestas. Al sufrir amnesia anterógrada no podía generar nuevos recuerdos, con lo cual su cerebro se reseteaba constantemente y, teniendo los mismos eventos desencadenantes, llevaba a cabo la misma conducta.

Con el caso de Mary Sue podríamos llegar a la conclusión de que no somos libres, que la idea del libre albedrío no es más que una mera ilusión y que es totalmente normal que algoritmos como el Oráculo de Aaronson, y cualquier otro que se esté fabricando, sean capaces de saber cómo nos vamos a comportar.

Esta misma cuestión se ha abordado de forma más científica en el destacado trabajo de Koenig-Robert y Pearson (2019). En su experimento consiguieron predecir las decisiones de los sujetos experimentales con hasta 11 segundos de antelación, pero no de antelación a la conducta en sí, sino a que fueran siquiera conscientes de su propia elección.

No obstante, y a modo de reflexión final, es importante decir que, aunque interesante, ningún programa informático ni tampoco experimento será capaz de resolver, de forma tajante, un debate filosófico tan viejo como el mismo mundo. Aunque la investigación científica haya ayudado a entender al ser humano, es realmente difícil entender cómo llegamos a comportarnos en situaciones naturales, y no contextos de laboratorio.

Scott Aaronson y las ciencias computacionales

Scott Joel Aaronson es un científico informático y profesor en la Universidad de Texas en Austin. Su área de investigación es, fundamentalmente, la computación cuántica. Ha trabajado en el MIT y ha llevado estudios postdoctorales en el Institute for Advanced Study y la universidad de Waterloo, Estados Unidos.

Ha ganado varios premios por sus investigaciones, recibiendo el Alan T. Waterman Award en 2012, además del Premio al mejor Artículo Científico sobre Computación en Rusia el 2011, por su trabajo The Equivalence of Sampling and Searching. Entre sus trabajos más destacables se encuentra el Complexity Zoo, una wiki en la que se catalogan varios cálculos pertenecientes a la teoría de la complejidad computacional.

Es autor del blog Shtetl-Optimized, además de haber redactado el ensayo Who Can Name the Bigger Number? (“¿Quién puede decir el número más grande?”), trabajo el cual ha sido ampliamente divulgado en el mundo de las ciencias computacionales, y usa el concepto del Algoritmo del Castor, descrito por Tibor Radó, para explicar los límites de la computabilidad usando un lenguaje más pedagógico.

  • Koenig-Robert, R., Pearson, J (2019). Decoding the contents and strength of imagery before volitional engagement. Sci Rep 9, 3504 https://doi.org/10.1038/s41598-019-39813-y
  • Aaronson, Scott. (2014) "Who Can Name the Bigger Number?". academic personal website. Electrical Engineering and Computer Science, MIT.

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