¿Qué significa el ‘Pienso luego Existo’ de Descartes?

Te explicamos qué significa la cita más famosa de la filosofía, aportada por René Descartes.

¿Qué significa el ‘Pienso luego Existo’ de Descartes?

Se trata de una máxima harto reproducida. Y es que el cogito ergo sum o, lo que es lo mismo, el pienso luego existo de René Descartes (1596-1650) se ha convertido en todo un símbolo de la filosofía occidental, hasta el punto de que mucha gente reproduce la cita sin saber muy bien a qué se refiere. ¿Se trata quizá de una sucesión de acciones (primero pensar, luego ser)? ¿O es más bien una manifestación de una existencia absoluta (la del yo) como único elemento indiscutible?

En el artículo de hoy proponemos un acercamiento a la famosa máxima cartesiana, a través de un análisis del núcleo de su filosofía, y hablaremos de cómo influyó el pienso luego existo en la filosofía en Occidente.

¿Qué significa el ‘pienso luego existo’ de Descartes?

Vayamos por partes. La frase original está en francés, puesto que Descartes era originario de Francia y escribió su obra en esta lengua. Así, la cita reza de la siguiente manera: je pens, donc je suis.

Se trata de una frase inserta en uno de los párrafos de su Discurso del método (1637), la obra que marcó un antes y un después en la filosofía occidental y que sentó las bases del racionalismo moderno. En el párrafo en cuestión, el filósofo se plantea la existencia de todo menos de su pensamiento, de su yo, porque su existencia le parece tan obvia que no merece la pena cuestionarla. De esta forma, sigue diciendo Descartes, como la verdad de que el yo existe “no podían quebrantarla ni las más extravagantes suposiciones de los escépticos”, decide situarla como verdad primera, a partir de la cual deberá deducir todas las demás.

Problemas de traducción

El je pense donc je suis se tradujo rápidamente al latín; es el famoso cogito ergo sum. La versión latina encaja bastante mejor que la castellana en la verdadera intención del filósofo, en cuanto que ergo establece una causa-consecuencia: si yo pienso, en consecuencia, existo.

¿Cuáles son los problemas de la traducción al castellano de la máxima cartesiana? Básicamente, la introducción de la locución luego, que sirve tanto para designar consecuencia como posterioridad temporal. Si se toma la última acepción, no se entenderá en absoluto lo que quiso decir Descartes. Porque el pensador no se refería a que “primero pienso y, más tarde, existo”, sino que “como pienso, consecuentemente existo”. Nótese la diferencia entre ambas.

Los primeros pasos del racionalismo

René Descartes es el gran nombre del racionalismo, la corriente filosófica que se originó en el siglo XVII y que imbuyó toda la filosofía en Occidente. Los racionalistas defendían la razón como único vehículo para la verdad, por lo que los elementos que no estaban cuidadosamente analizados y de los que no se podía demostrar su veracidad estaban directamente excluidos.

Así, a través de las herramientas de la razón, el ser humano es perfectamente capaz de entender lo que le rodea, como si de fórmulas matemáticas se tratara. Mediante el método deductivo, el filósofo va planteando posibilidades y descartándolas, quedándose así solamente con aquellas de las que puede demostrar a través de su razonamiento su existencia.

El yo como primera verdad incuestionable

A priori, nada parece ser demostrable, puesto que de nada podemos estar cien por cien seguros. ¿De nada? De una cosa sí. Y es, nada más y nada menos, que de nuestra propia existencia. Es a esto a lo que hace referencia Descartes cuando deja escrito en su Discurso del método aquello de que, mientras estaba concentrado en que todo era falso, se dio cuenta de que, en realidad, se estaba dando cuenta porque estaba pensando en ello. Es decir, que existía una entidad pensante que se planteaba la existencia de todo lo demás. He aquí el significado del pienso luego existo cartesiano: si yo estoy pensando, es porque estoy existiendo.

Descartes toma, pues, el ente pensante que es él (el yo) como verdad primera e incuestionable. Él está pensando, por lo tanto, nadie puede negar su existencia. A partir de aquí, se desencadenan una serie de pensamientos y deducciones, siempre con el yo como punto de partida, para demostrar la existencia de los demás elementos del universo, incluso de Dios.

¿Una idea original de Descartes?

Aunque tradicionalmente se le ha adjudicado el origen de esta máxima, lo cierto es que algunos pensadores anteriores a René Descartes ya habían formulado ideas muy parecidas. San Agustín de Hipona (354-430), por ejemplo, ya sostuvo en el lejano siglo V (concretamente, en su archiconocida obra La ciudad de Dios) que, cuando se engañaba, era porque existía, ya que lo que no existe no puede ser engañado. Por otro lado, en una época ya más cercana a Descartes, el humanista Gómez Pereira (1500-1567) dijo que conocía “algo”, y, por tanto, si conocía, es porque era. Como vemos, una idea todavía más cercana a la idea cartesiana del cogito ergo sum.

Parece ser, por tanto, que Descartes no fue el primero en formular la certeza de que un yo que pensaba invariablemente existía. Pero no es menos cierto que fue a partir de la obra del filósofo francés que el concepto adquirió fuerza y, con él, el racionalismo y la fe en el poder de la razón, tan criticada, por otro lado, por los empiristas ingleses abanderados por Hume, que sostenían que el origen del conocimiento es la experiencia de los sentidos.

Su influencia en la filosofía occidental moderna

El pienso luego existo sentó las bases para la filosofía moderna en Occidente. Hijo de la revolución científica, el racionalismo acabó de un plumazo con las eternas disertaciones de la vieja escolástica medieval, y propuso la búsqueda del saber como fórmula matemática. No hay nada que deba ser considerado verdadero a priori; es necesaria la duda metódica, a partir de la cual se irán desechando posibilidades y, con la ayuda de la razón (que Descartes y los racionalistas consideran infalible) se accederá a la verdad.

El racionalismo es el alba de la filosofía del mundo moderno occidental, al basar su modus operandi en una praxis científica. Y es que tanto los racionalistas como los empiristas, aunque enfrentados en ciertos puntos, son el fruto de esta nueva sociedad que apareció a principios del siglo XVII y que permitió el desarrollo inaudito de la investigación científica.

  • Descartes, R. (2010) Discurso del método y Meditaciones metafísicas, Espasa ediciones
  • Hipona, A. (2023), La ciudad de Dios II. Libros VIII-XV, ed. Gredos.

Periodista

Licenciada en Humanidades y Periodismo por la Universitat Internacional de Catalunya y estudiante de especialización en Cultura e Historia Medieval. Autora de numerosos relatos cortos, artículos sobre historia y arte y de una novela histórica.

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