¿Cómo dejar de ser caprichoso? 6 claves para lograrlo

A algunos les cuesta dejar de pensar como emperadores, pero con esfuerzo es posible auto-motivarse.

Hay ciertas personas que, por estar mal acostumbradas, tienen el problema de quererlo todo: lo posible y lo imposible, lo que depende de uno mismo y lo que no, y lo que solo llega mediante el esfuerzo y lo que lo hace mediante la suerte. 

Muchas de ellas, además, se dan cuenta de que tienen un problema, pero no saben cómo romper ese hábito mental que las lleva a ser personas caprichosas y que a la hora de la verdad les supone más frustraciones que momentos de bienestar.

Hay que tener en cuenta que para conseguir cambiar de forma de ser es necesario modificar tanto el modo en el que se piensa como los hábitos físicos del día a día, es decir, que simplemente leyendo o hablando no se consigue gran cosa. Sin embargo sí que se puede empezar partiendo de una serie de pautas teórico-prácticas. A continuación nos centraremos justamente en eso: cómo dejar de ser alguien caprichoso.

Pautas para dejar de ser caprichoso

A continuación puedes leer los puntos clave a trabajar en el día a día para gestionar las expectativas de vida de un modo más eficaz y abandonar las ideas y costumbres que llevan a la mentalidad caprichosa.

1. Establece prioridades

Es muy importante tener claro qué es lo más importante en nuestras vidas. Para ello, nada como anotar en una hoja de papel aquello que se cree verdaderamente importante para, a continuación, clasificar esos elementos en 4 categorías de importancia ordenadas jerárquicamente. Las 3 primeras categorías solo pueden contener 3 elementos.

2. Trabaja la Inteligencia Emocional

Para vivir de un modo más harmonioso de acuerdo a lo que consideramos importante es muy bueno potenciar nuestra Inteligencia Emocional, que es aquella dedicada a analizar, reconocer y regular las emociones y sentimientos.

Esto es muy útil, por ejemplo, para saber interpretar de un modo adecuado cuál es la naturaleza de la frustración, y saber hasta qué punto está bien fundamentada n motivos válidos para entristecerse, enfadarse, estresarse, etc.

3. Fijarse objetivos ambiciosos

Muchas veces, la tendencia a la mentalidad caprichosa nace de una falta de objetivos, de acostumbrarse a recibir pequeñas recompensas sin necesidad de hacer nada. Es por eso que la sensación de recompensa que nace después de esforzarse duramente en un proyecto a medio o largo plazo es muy positiva para renunciar a este tipo de pseudo-recompensas.

Por ejemplo, si nos proponemos escribir una novela corta y la terminamos, esa sensación de bienestar quedará asociada algo merecido, que ha hecho uno mismo, y con ese precedente la costumbre de depender de los caprichos que son satisfechos “desde fuera” queda reducida, ya que la sensación que genera es menos intensa. Además, el nivel de autoestima y autoconfianza se habrá incrementado, facilitando que desaparezcan las excusas para no esforzarse uno mismo.

4. Apoyarse en el equipo

Pasar de tener súbditos a colegas de un equipo es una excelente motivación para dejar de pensar como un emperador. En este sentido, la cercanía de otras personas que también persiguen sus objetivos e invierten esfuerzos en ellos resulta muy motivadora y nos lleva a esforzarnos igual que ellos (o más).

En definitiva, al igual que en los deportes los integrantes de un equipo se animan entre ellos a seguir esforzándose, ocurre algo muy parecido en prácticamente cualquier ámbito de la ida: la comunidad nos lleva a esforzarnos más, ya que tenemos en quien reflejar nuestros propios esfuerzos al compararnos.

5. Aprender a reconocer antojos

Saber cuándo nuestro caprichoso interior empieza a reclamar las riendas de nuestro cuerpo es muy positivo a la hora de evitar que esto ocurra. Por ejemplo, justo después de haberle pedido algo a alguien, pararse un momento a pensar si no sería más apropiado conseguir lo que se pide por los propios medios, o si es una petición realista. Para ello, es bueno utilizar un recordatorio, como un cordel atado a la muñeca durante los primeros días.

Poco a poco, ese momento de “pararse a pensar” puede ir desplazándose hacia la anticipación, de modo que se produzca entre el momento en el que aparece el antojo y el momento de pedir algo en voz alta, pero no después. D lo que se trata es de ir añadiendo dificultades poco a poco, sin plantearnos cambios muy repentinos.

6. Mantenerse ocupado

Rellenar el tiempo libre con objetivos, sean a largo o corto plazo, ayuda a desengancharse de la costumbre de recibir y aceptar favores, aunque solo sea porque no hay tiempo para ello. Lo mejor es plantearse metas a las que solo uno puede llegar, para no caer en la tentación de pedir a otros que nos hagan la parte más dura de la tarea.

Por ejemplo, hacer ejercicio para llegar a estar en forma, aprender un idioma nuevo, aprender leyendo más, etc. La idea es impulsar el propio desarrollo personal mediante diferentes estrategias.

Psicólogo

Licenciado en Sociología por la Universitat Autónoma de Barcelona. Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona. Posgrado en comunicación política y Máster en Psicología social.

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