¿El Pánico es siempre algo malo?

Veamos hasta qué punto el pánico es algo dañino en todos los contextos.

¿El Pánico es siempre algo malo?

¿Alguna vez has creído que estabas sufriendo un ataque cardíaco y en urgencias te han dicho que no se trata de eso? ¿O has sentido que ibas a morir aunque no hubiera ningún peligro aparente y has sentido un miedo atroz? En ese caso, es posible que hayas sufrido un ataque de pánico.

Cuando se sufre un ataque de pánico, se pasa realmente mal. El pánico es tan alto que nos provoca unos síntomas muy fuertes, los cuales resultan extremadamente desagradables, hasta el punto de llegar a pensar que vamos a morir.

¿Y por qué aparecen estos ataques de pánico? ¿El pánico es siempre tan malo? Sigue leyendo este artículo y te describimos qué es el pánico, qué son los ataques de pánico y si el pánico es siempre algo malo.

¿Qué es el pánico?

Comúnmente conocemos como pánico a aquel miedo extremadamente intenso. Es sinónimo de terror, pavor, espanto…, y emociones similares que van más allá del miedo. Generalmente, el pánico aparece en situaciones de peligro extremo.

A veces se da en situaciones con multitud de personas, en las cuales el pánico parece propagarse o “contagiarse” como una histeria colectiva. Y es que ver a personas en pánico es de los factores más temibles para el ser humano. Entre la empatía que podemos sentir y la idea subyacente de “si ellos están aterrorizados, es que algo grave tiene que estar pasando”, es verdad que al final el pánico se propaga.

Por desgracia, este miedo tan intenso puede llevarnos a conductas extremas para garantizar nuestra supervivencia y bienestar. Algunos ejemplos son los incendios en espacios cerrados en los que ha fallecido gente pisoteada en el camino a las salidas de emergencia, o el fenómeno del agotamiento del papel higiénico y otros productos de primera necesidad al principio del confinamiento de la pandemia del COVID-19.

Sin embargo, el pánico no siempre aparece en situaciones de peligro real, sino que la causa a veces es imaginaria o inocua. Estos son los casos de ataques de pánico, también llamadas crisis de pánico o ataques de ansiedad.

¿Qué son los ataques de pánico?

El ataque de pánico es el miedo o ansiedad desmesurada que aparece sin que haya un peligro real o causa aparente. Estas crisis aparecen de forma inesperada, se intensifican en poco minutos y nos provocan síntomas a nivel fisiológico, emocional y cognitivo.

Entre los síntomas fisiológicos más habituales está dolor agudo de pecho o sensación de presión, taquicardias, respiración agitada, sensación de asfixia, temblor, hormigueos, llanto, náuseas, mareos, desmayos, calor, escalofríos… En cuanto a las emociones y pensamientos, suelen girar en torno al miedo y la preocupación sobre qué está pasando, e incluso el miedo a morir. Al enfocarnos en estas ideas, aumenta el pánico, con ello los síntomas, y por ende, las preocupaciones. Se entra en un bucle difícil de romper.

Se presenta de forma diferente en cada persona, de manera que el ataque de pánico para unas personas puede no parecerse apenas al de otras. Por otro lado, haber sufrido un ataque de pánico no es señal de sufrir otro ataque en poco tiempo. Hay personas que solo han tenido un ataque de pánico en toda su vida, y hay quienes lo sufren a diario, incluso varias veces al día.

Cuando los ataques de pánico son recurrentes, y van acompañados de una preocupación continua por la posible aparición de otro ataque de pánico o de la evitación persistente de situaciones en las que puede aparecer, se puede diagnosticar el trastorno de pánico. Este trastorno está categorizado dentro de los trastornos de ansiedad.

¿El pánico es siempre algo malo?

Tras describir el pánico y los ataques de pánico, puede que te hayas quedado con una mala percepción de estos. ¿El pánico es siempre algo malo? Pues no. Como todas las emociones, en principio el pánico tiene una función adaptativa. En concreto, el pánico nos impulsa a garantizar nuestra propia supervivencia y bienestar físico y emocional.

A nivel fisiológico, prepara nuestro cuerpo para las acciones necesarias de huida o lucha, haciendo que el corazón lata más rápido para enviarles más oxígeno a los músculos. Esta respuesta es la que desencadena todos los síntomas físicos que hemos mencionado antes. Esta reacción también la provocan el miedo y la ansiedad, pero en el caso del pánico, al ser una versión en extremo de estas emociones, es una respuesta más desmesurada.

Por lo tanto, el pánico no es siempre algo malo. Cuando el peligro es real, el pánico y su desencadenante físico son necesarios para salvarnos. ¿Y qué ocurre con los ataques de pánico? Generalmente, los ataques de pánico aparecen porque hemos empezado a percibir en nosotros mismos síntomas físicos de miedo o ansiedad y los hemos interpretado como que hay un peligro actual. Esto puede ocurrirnos cuando estamos en periodos de estrés y el cuerpo no ha conseguido relajarse del todo en momentos de supuesta tranquilidad.

De esta manera, los ataques de pánico en realidad son el miedo al miedo: cuando notamos los síntomas habituales de miedo (como palpitaciones, respiración agitada, etc.) en una situación aparentemente tranquila, no entendemos porqué nos sentimos así y nos preocupamos por si nos está pasando algo malo. Esta preocupación desencadena en un miedo aún mayor, el pánico, y empezamos a buscar una explicación a qué nos ha generado el miedo.

Así es como se coge miedo a ciertas situaciones (como ir en transporte público, estar encerrado en casa…), porque ya se ha sufrido en ellas el ataque de pánico, pero en realidad la situación en sí no ha tenido nada que ver.

Por suerte, los ataques de pánico no son peligrosos para nuestra salud física, pero sí que pueden condicionar la calidad de vida de la persona. Si sufres estos ataques, te recomendamos acudir a terapia. Son algo fácil de tratar, sobre todo una vez que se entiende cómo han surgido y que no son un peligro real.

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  • American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of mental disorders. (5ª ed). American Psychological Association.

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