¿Podrán llegar a pensar los ordenadores?

Reflexionamos sobre la posibilidad de que los ordenadores piensen como los seres humanos.

¿Podrán llegar a pensar los ordenadores?

Pensar que las máquinas sean capaces de compartir con nosotros un rasgo tan humano como el pensamiento es una idea escandalosa. Sin embargo, el matemático inglés Alan Turing lo decía muy en serio cuando impartía clases en la Universidad de Manchester. Es allí donde planteó a sus alumnos el siguiente interrogante: “¿Podrán, alguna vez pensar los ordenadores?”.

En este artículo desarrollaremos esta polémica que fundamentaría los posteriores desarrollos en Ciencia Cognitiva, la cual tomaría al ordenador como metáfora para estudiar la mente humana.

¿Puede pensar un ordenador?

A medida que llevaba a cabo investigaciones en el campo de la matemática, Turing estaba cada vez más convencido acerca de que las computadoras podrían servir como metáfora para pensar la mente humana. Según Riviére, cuando Turing discutía con sus alumnos en la universidad ante la pregunta “¿Podrán las computadoras pensar?”, percibía una gran resistencia de su parte (y eso que las computadoras de aquel entonces eran muchísimo más rudimentarias que las que hoy llevamos a todos lados en el bolsillo).

El interés de Turing no pasaba tanto por indagar acerca de hasta dónde llegaría el desarrollo tecnológico, sino más bien si es razonable el concepto de que una máquina piense. Veámoslo más en detalle.

Aclarando conceptos: pensamiento y cognición

"Pues bien, dependerá de qué signifique pensar", fue la primera y reacia objeción de sus estudiantes ante su pregunta inicial. Y Turing la aceptó como válida, pues concedió que el concepto de pensar abarca mucho. Puede referir a un continuo de actividades que van de algunas muy simples —como esconder un objeto— a otras complejísimas —como escribir una novela o desarrollar una teoría científica—.

Además, Turing advirtió la desventaja con la que corrían las computadoras en esta discusión, pues una gran parte del alumnado podría pensar que no importa qué hagan los ordenadores, ellas jamás serían capaces de poseer pensamiento. Lo que es curioso es que las personas no medimos con la misma vara a otras especies no-humanas. Veámoslo en un ejemplo actual.

Algunos científicos australianos han descubierto que una especie de pulpo es capaz de utilizar cáscaras de coco como refugio. Esta tarea tan creativa tiene un grado menor de dificultad que desarrollar una teoría científica, pero nadie pone en cuestionamiento las capacidades de los pulpos. En cambio, las personas tendemos a ser mucho más exigentes a la hora de aceptar el pensamiento de una computadora.

Para poder avanzar en esta discusión, Turing invitó a sus estudiantes a no rechazar la idea de que un orenador sea capaz de pensar. Acabaron por consensuar junto con él un criterio relativamente exigente; de superarlo, la computadora pensaría. Lo fijaron al nivel de un estudiante universitario, de modo que elaboraron un listado con todas aquellas actividades que realizan en ese estadío: desde planificar y resolver operaciones hasta bromear o participar en arduas discusiones.

Es justo ahí donde Turing volvió a poner el dedo en la llaga, ya que expuso que para muchas personas, aunque las computadoras lograsen cumplir con este criterio y hacer exactamente lo mismo que un estudiante universitario, aún así sostendrían que las computadoras no piensan.

Como era esperable, a lo largo de los años se han elaborado muchos argumentos detractores de la propuesta de Turing. Almacena esta inquietud porque volveremos sobre ella después. Antes, es necesario maquetar el test de Turing, la cual reúne los elementos centrales de su postura.

El test de Turing

El test de Turing es una prueba hipotética ante la que se debería someter a un ordenador para así determinar si es capaz de pensar o no. Consiste en lo siguiente: mediante un aparato electrónico, un entrevistador humano intercala preguntas a dos sujetos, uno A (un orenador) y uno B (un humano), e intentará determinar desde otra habitación cuál de los dos es el humano. Turing suponía que, de ser indistinguible el humano para el entrevistador, sería correcto afirmar que la máquina tiene pensamiento.

El entrevistador tendría total libertad para elaborar las preguntas, lo cual abriría la posibilidad a interrogantes sumamente creativos y complejos que pongan a prueba las capacidades de una computadora programada. Por ejemplo, el investigador podría elaborar preguntas que involucren dilemas éticos o que requieran entender el contexto social en el que una persona vive.

El impacto de la propuesta de Turing para concebir el pensamiento humano

Es importante señalar que el test de Turing es un enunciado abstracto, y su planteamiento no fue diseñado con tal de ser puesto en práctica. No obstante, sirvió para abrir paso a una serie de desafíos para pensar la cognición humana.

La propuesta de Turing ha servido para redefinir la noción de pensar en términos conductuales: al poner a prueba una máquina mediante su test, no se está evaluando si el orenador luce físicamente como un ser humano, ni tampoco cómo hace para responder a las preguntas, sino que lo que importa para determinar si piensa o no es el hecho de que se comporte de forma idéntica un humano.

Es decir, no interesan los procesos mediante los cuales llega al producto, sino la respuesta que da en sí.

Con este criterio, parece ser cada vez más tentador aceptar las ideas de Turing. Hacerlo implicaría aceptar la posibilidad de que alguna vez los ordenadores podrían ser animadas, ya que cuentan con un software —un conjunto de programas informáticos— que les permite ejecutar conductas inteligentes. Pero también implicaría pensar lo siguiente: ¿será que nuestra mente, la de los humanos, tiene las habilidades cognitivas que tiene gracias a que está constituida por un conjunto de programas, igual que lo que ocurre en las computadoras?

Además, si lo que importa para medir el pensamiento según el test de Turing es el comportamiento y no la comprensión del significado de las respuestas que da al entrevistador, ¿será que nuestra mente maneja tan bien los conceptos acerca del mundo no porque entienda su significado sino porque, como un ordenador, los sepa manipular muy bien?

Como decíamos, por más que igualarnos con un conjunto de circuitos de silicio parezca una idea terrorífica, la idea de compararnos con una máquina fue de gran utilidad para el desarrollo de la metáfora computacional. Esta tomará a la computadora como metáfora para pensar la mente humana, sosteniendo que las actividades que realiza la mente no son más que un conjunto de programas (un software) que se ejecutan sobre un sustrato biológico, el cerebro (un hardware).

De tal modo, la psicología cognitiva logrará hacer un estudio científico de la mente humana tomando parcialmente esta metáfora, ya que la mente no sería una sustancia abstracta (o sea, no un fantasma que habita dentro de nuestras cabezas, que eso no le haría mucha gracia a la ciencia), sino una dimensión del cerebro humano que puede abordarse desde un nivel de análisis independiente a él.

Es decir, asume que la mente no es algo diferente al cerebro, pero que podemos explicar los fenómenos mentales desde otro plano de análisis, con otro lenguaje, sin la necesidad de recurrir a un vocabulario biológico.

Este lenguaje particular, provisto por la metáfora computacional, es el de las Ciencias de la Computación. Hoy en día sigue vigente para la psicología cognitiva. Se habla del formato de las representaciones mentales, de codificar la información… ¿Recuerdas que te había dicho que almacenes tus inquietudes acerca de los argumentos en contra de la propuesta de Turing? Pues bien, aquí van.

Los detractores de la propuesta de Turing

Planteado así, parece que nadie se ha atrevido a interponerse en el camino de Turing. Pero nada más lejos que la realidad, ya que dentro del campo científico se desenvuelven reñidas discusiones permanentemente. Es muy probable que a lo largo de este artículo hayas acumulado varias objeciones a la propuesta de Turing, y los científicos y científicas también lo han hecho.

Uno de ellos fue el filósofo de la mente estadounidense John Searle. Para él, el test de Turing es inadecuado para poder determinar si un ordenador piensa.

Al contrario de Turing, Searle consideraba que la conducta no sería capaz de determinar si algo piensa o no, sino que para evaluar el pensamiento de algo habría que focalizarse en los procesos que dan origen a dicho pensamiento. Sus ideas las ilustra en lo que denominó el experimento del cuarto chino.

Se trata de una situación hipotética en la que un no-parlante de chino estaría encerrado en una habitación. Se le harían preguntas en esta lengua acerca de una historia.

La persona contaría con una serie de instrucciones en inglés para ordenar los símbolos chinos, por lo que sería capaz de emitir respuestas incluso en una lengua que no habla. Lo que pretende señalar Searle con esta situación es que, para Turing, el hecho de que responda correctamente ya sería suficiente para que la persona pueda hacerse pasar por china.

En otras palabras, Searle estaría argumentando que un ordenador podría pasar el Test de Turing sin nunca entender el significado de los símbolos que manipula, sino sólo saber manejar los símbolos.

La propuesta de Searle es que el pensamiento genuino supone tanto semántica —es decir, la comprensión del significado de símbolos— como intencionalidad intrínseca —la capacidad de vincular los conceptos con la cosa del mundo a la que refieren—; en definitiva, sólo sería capaz de hacerlo un organismo con estados mentales conscientes.

Como las computadoras no pueden ser conscientes, estaría, asimismo, haciendo una fuerte crítica al modelo computacional para pensar la mente humana. Se trata de una discusión compleja: el cognitivismo desestimaría estas críticas ya que traer el problema de la conciencia nuevamente sería poner en cuestionamiento al estatus de ciencia de la psicología.

¿Un ordenador actual puede pasar la prueba de Turing?

Por último, es posible que emerja esta pregunta —más aún teniendo el cuenta el boom de los bots conversacionales en los últimos años—, y la respuesta no está tan clara. A pesar de los sorprendentes avances de la tecnología, hasta el comportamiento más nimio de una persona tiene una complejidad escandalosa.

Es cierto que a lo largo de la historia muchas computadoras adujeron haber logrado pasar la prueba, como Eliza o Parry; más recientemente, en 2014, Eugene pareció haberlo conseguido.

El problema reside en que, al tratarse el test de Turing de una prueba planteada en un plano abstracto, esta podría extenderse por mucho más tiempo del que suelen durar los experimentos. ¿Podría una computadora someterse a un año de preguntas, y aún así hacerse pasar por humano? Por ahora, para muchos, la pregunta de si alguna computadora ha logrado pasar el test (y, por qué no, si podrán las computadoras pensar) sigue estando abierta.

  • De Vega, M. (1984). Introducción a la psicología cognitiva. Madrid: Alianza. Capítulo 1.
  • Rivière, A. (1990). Objetos con mente. Madrid: Alianza. Capítulos 1, 2, 4 y 5. Copeland, J. (1993). Inteligencia artificial. Madrid: Alianza. Capítulo 3.

Divulgador

Marco Vassallo es apasionado de la lectura y la escritura, y disfruta comunicar por este medio lo que aprende sobre los últimos temas en psicología. Le interesa la investigación y las terapias de tercera generación. Completó el entrenamiento intensivo en Mindfulness dictado por la Universidad de Buenos Aires (UBA). También escribe ficción y participó en cursos de escritura creativa.

Psicólogo/a

¿Eres psicólogo?

Date de alta en nuestro directorio de profesionales

Artículos relacionados

Artículos nuevos

Quizás te interese