Atefobia (miedo a las ruinas): síntomas, causas y tratamiento

Resumen a las características de este tipo de fobia a las estructuras arquitectónicas abandonadas.

Atefobia

En el ámbito de los trastornos de ansiedad, sabemos que existen muchas fobias raras; seguramente, muchas de ellas ni las conocemos. Quizás es el caso de la fobia que trataremos en este artículo: la atefobia, que consiste en la fobia a las ruinas.

Aquí veremos en qué consiste, cuáles son sus síntomas predominantes, sus causas y posibles tratamientos enmarcados en la psicoterapia que podemos utilizar para combatirla.

Atefobia: ¿qué es?

La atefobia es un tipo de fobia específica, que consiste en un miedo intenso, irracional y desproporcionado a las ruinas.

Cuando hablamos de ruinas, nos referimos a restos de arquitectura humana. Es decir, a estructuras que se han derruido con el tiempo, ya sea de forma parcial o total, como consecuencia de despoblación, guerras, desastres naturales… Las ruinas no tienen por qué causar miedo, aunque puedan adquirir un aire misterioso o “fantasmagórico”, sobre todo por la noche.

En las películas de miedo, terror o suspense, por ejemplo, a menudo se utilizan las ruinas como elemento para generar cierta tensión en el espectador. Si además, las escenas donde aparecen ruinas están ambientadas de noche, esto genera más inquietud o temor.

Miedo desproporcionado

Aún así, las ruinas no son algo que puedan hacer daño a nadie (a no ser que estén realmente en un estado en el que podrían caerse ciertas estructuras), y es por esta razón por la que de por sí, no es algo que “deba dar miedo”.

En la atefobia, sin embargo, sí que existe este temor intenso hacia ellas. Es importante recordar, en este sentido, que las fobias suelen generarse hacia objetos o situaciones que no tienen por qué dar miedo (o que si lo dan, no generan síntomas tan intensos como en las fobias).

Precisamente por eso son fobias, porque son miedos desproporcionados ante un objeto o situación específicas; las fobias, además, generan interferencia en la vida del individuo, y causan malestar, además de otros síntomas que veremos a lo largo del artículo.

Síntomas

¿Cuáles son los síntomas más frecuentes asociados a la atefobia, más allá del malestar y de la interferencia en la vida diaria? Vamos a conocerlos.

1. Miedo o ansiedad intensa

El síntoma principal de la atefobia es un miedo intenso, irracional y desproporcionado hacia las ruinas. Éstas pueden ser de diferente tipo: muy antiguas o no tanto, grandes o pequeñas…

El miedo aparece ante la presencia de las ruinas, o en algunos casos sólo basta imaginárselas para sentirlo. Este miedo, en realidad, se trata de una sensación de ansiedad y angustia que genera el objeto fóbico, y puede ser de diferentes intensidades.

2. Evitación

El segundo síntoma típico de las fobias específicas es la evitación del objeto o estímulo fóbico. Así, en el caso de la atefobia, se evita estar en contacto con ruinas, o cerca de ellas. También se evita verlas por la televisión, en películas, diarios…

Puede ser que la persona, en lugar de evitarlas, se “enfrente a ellas”, resistiendo verlas o estar cerca de ellas, aunque, eso sí, con una elevada ansiedad.

3. Síntomas psicofisiológicos

En la atefobia aparecen también síntomas psicofisiológicos, como ocurre con las mayoría de las fobias, ante la idea de ver ruinas o ante la presencia de las mismas.

Éstos síntomas se traducen en diversas reacciones y sensaciones físicas, tales como: ritmo cardíaco acelerado, sudoración, opresión en el pecho, migrañas, náuseas, vómitos, mareos, ahogo, agitación, respiración acelerada, sensación de “perder el control”, miedo a morir, etc.

Muchas veces, estos síntomas se retroalimentan a sí mismos, y retroalimentan también los pensamientos catastrofistas también asociados a las fobias, en este caso, del tipo: “me haré daño”, “se me caerá algo encima”, “habrá alguien oculto que me hará daño”, etc.

Interpretación errónea de los síntomas

Además, lo que ocurre a menudo en la atefobia es que la persona siente “algo” que le incomoda ante la idea de la ruina (o un pequeño temor) y que acaba interpretando esas sensaciones físicas (o cognitivas) de forma muy catastrofista, de forma que esta interpretación “errónea” de los síntomas acaba generando los propios síntomas de la fobia.

Es decir, todo este proceso se acaba convirtiendo en una especie de bucle de retroalimentación totalmente desadaptativo para la persona, porque la realidad objetiva (objeto fóbico) realmente no le hará daño (de hecho, en esto consisten las fobias).

Causas

La causa más probable y frecuente de la atefobia es un evento o situación potencialmente traumática vivida en unas ruinas. Por ejemplo: haberse perdido en ellas, haber sido asustado en ellas, haberse hecho daño al caer algo, haber pasado mucho miedo en ellas por “X” razón, etc.

Sin embargo, un evento traumático no es la única causa probable de la atefobia; ésta también puede haberse desarrollado a raíz de escuchar historias negativas vividas en ruinas (por ejemplo a través de la televisión, de amigos, familiares, libros…). Es decir, las fobias también pueden adquirirse por condicionamiento vicario o verbal.

Ver películas donde suceden cosas muy negativas en ruinas (por ejemplo asesinatos, accidentes…) también puede tener relación con el origen de la atefobia; si a esto le sumamos cierta vulnerabilidad individual (porque somos muy sensibles, por ejemplo, o porque hemos “heredado” cierta predisposición biológica a los trastornos de ansiedad en general o a las fobias específicas en concreto), esto puede facilitar y explicar su aparición.

Tratamiento

En psicoterapia, el tratamiento de la atefobia, como el de la mayoría de las fobias específicas, suele ser de dos tipos: terapia por exposición y terapia cognitivo-conductual.

1. Terapia por exposición

En la terapia por exposición, se expone al paciente al estímulo o situación fóbica, de manera gradual y a través de una jerarquía de ítems (de menos a más ansiógenos, por orden). Esta lista de ítems se elabora conjuntamente con el paciente.

En el caso concreto de la atefobia, se puede optar por lo siguiente: empezar viendo ruinas a través de fotografías, películas, etc., y poco a poco exponer al paciente a las ruinas en vivo.

Es decir, acompañarlo a visitar unas ruinas (aunque más adelante podrá -y deberá- hacerlo solo); las primeras veces, por ejemplo, deberá acercarse hasta “X” lugar, y poco a poco acercarse más hasta llegar a tocar las ruinas y permanecer en ellas sin que exista ansiedad (este será el objetivo).

En la terapia por exposición, el paciente debe “resistir” la ansiedad que aparece ante el objeto fóbico, y aprender a combatirla (por ejemplo a través de un estado de relajación, más típico de la Desensibilización Sistemática). El objetivo es que finalmente los síntomas psicofisiológicos queden “desasociados” del estímulo fóbico, y, en el caso de la atefobia, que éstos no aparezcan ante las ruinas.

2. Terapia cognitivo conductual

La terapia cognitivo-conductual (TCC) es otro tratamiento que podemos aplicar en los casos de atefobia. En ella, se priorizará dotar al paciente de los recursos y estrategias necesarias para hacer frente a la fobia.

Más concretamente, se le formará en técnicas de relajación, respiración, etc., es decir, en diferentes técnicas de afrontamiento que pueda usar para reducir la ansiedad cuando aparezca.

Además, en la TCC también se trabaja con los pensamientos disfuncionales del paciente asociados al estímulo fóbico (por ejemplo “me haré daño en una ruina”, “no podré escapar de ella…”), ayudando al paciente a sustituirlos por otros más realistas y adaptativos (por ejemplo “no tengo por qué hacerme daño”, “las ruinas no son peligrosas”, etc.).

Referencias bibliográficas:

  • American Psychiatric Association –APA- (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid: Panamericana.
  • Belloch, A., Sandín, B. y Ramos, F. (2010). Manual de Psicopatología. Volumen I y II. Madrid: McGraw-Hill.
  • Caballo (2002). Manual para el tratamiento cognitivo-conductual de los trastornos psicológicos. Vol. 1 y 2. Madrid. Siglo XXI (Capítulos 1-8, 16-18).

Graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona, con Máster en Psicopatología Clínica Infantojuvenil por la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializada en Trastornos del Neurodesarrollo. Actualmente trabaja como Psicóloga infantil en la Associació Catalana del Síndrome X Frágil. Autora del libro "Vivir de memoria" (Editorial Círculo Rojo, 2018). Aficionada del deporte y la lectura.

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