Postureo: cuando la imagen que proyectamos lo es todo

La sociedad de las apariencias llega a su cúspide con el "postureo".

Todos sabemos que, allí donde hay sociedad, hay personas que juzgan. Desde los cortes de pelo hasta la estética de los tatuajes, pasando por el lenguaje no verbal que se usa y los productos que se consumen, todo lo que nos une a la vida en comunidad está atravesado por mil y una etiquetas diseñadas en las más sofisticadas factorías de marketing.

Ayer, eran las tribus urbanas las encargadas de guardar para sí estos códigos de estética y conducta. Hoy, estas piezas de personalidad para llevar han quedado diluidas en un concepto mucho más amplio: el postureo.

Postureo: sobre posers y ghettos

Está claro que el de postureo no es un concepto acuñado por sociólogos ni psicólogos, sino que se trata de una palabra nueva que, probablemente, proviene del inglés "poser", que a su vez es un préstamo del francés. Esto ya da pistas sobre en qué contexto apareció la raíz de la palabra postureo.

Originalmente, la palabra se utilizaba para referirse peyorativamente a aquella personas que fingen ser lo que no son. Fueron las tribus urbanas las encargadas de extender el uso de esta palabra para referirse a la gente que copiaba sus estéticas sin haber interiorizado previamente sus gustos musicales, sus valores y sus costumbres. No en círculos académicos, sino en espacios de disidencia. En la calle, lejos de las definiciones fijas. Un lugar en el que exteriorizar la personalidad de uno mismo es, en parte, reinventarse.

Así pues, hacer gala de postureo significaba imitar la estética de un colectivo determinado sin hacer lo mismo con su ética, el contenido que da sentido a esos cortes de pelo, esas sensaciones que transmite la música y esa manera de vestir para reconocerse entre camaradas.

Hoy en día todo eso ha quedado atrás. Ahora, el postureo se ha independizado de esos pequeños ghettos de juventud: ha pasado a formar parte del día a día de gran parte de los urbanitas. Consiste en dar la imagen deseada, pero no cualquier imagen deseada: concretamente, aquella que nos permite fundirnos con la multitud, no destacar. Ahora, esta forma de fingir es un producto para todos los paladares, fácilmente comercializable y exportable a todos los países de occidente.

El postureo ya no está relacionado con la comunidad, con los colectivos determinados. Hoy, fingir lo que no se es significa hacerlo en tanto que individuo que quiere aparentar ser algo mucho más amplio, para todos los gustos, sin estridencias.

Las nuevas formas de postureo: personalidad para llevar

El postureo, tal y como lo entendemos hoy, ha aparecido en los mismos caldos de cultivo en los que aparecieron las tribus urbanas: la exteriorización de los signos relacionados con la vida más allá del trabajo. En las tribus urbanas, este "más allá del trabajo" en el que nacían los elementos proclives a ser copiados para mantener las apariencias estaban relacionados con los espacios de disidencia: la música, los conciertos, el mundo del graffiti y el skate en lugares públicos, etc.

Hoy, el "más allá del trabajo" significa, simple y llanamente, el tiempo de ocio.

No todas las personas comparten las luchas de los movimientos punk de izquierdas, ni de los bikers que reclaman para sí el derecho de transgredir las normas de utilización del espacio público. Sin, embargo, muchas más personas van a conciertos, salen de vacaciones o se reúnen de tanto en tanto con los amigos. Y gran parte de esta gente tiene acceso a sus perfiles en las redes sociales.

Todo se basa en las redes sociales

Es en el laboratorio de nuestras cuentas facebook y twitter donde se da el nuevo postureo. Si antes se intentaban copiar algunos elementos de una banda local fácilmente reconocible, hoy se hace lo mismo para aparentar ser una persona normal de clase media, con influencias estéticas bien asimiladas por la clase media y situaciones típicas de los momentos de ocio. Lo resume bastante bien este tema del rapero sevillano ToteKing:

Si antes el postureo se ejercía en la calle, hoy se ejerce desde la soledad de los dispositivos electrónicos, en el momento de seleccionar fotografías y darle al botón de subir imágenes. Es algo que puede hacer todo el mundo con acceso a la tecnología, con independencia de las dinámicas sociales o las costumbres del lugar.

El palo de selfie como paradigma de que algo va mal

Un ejemplo de esto es la rapidísima popularización del palo selfie, cuya función es hacer más fácil la tarea de plasmar gráficamente un hecho: "yo estuve aquí". El nuevo postureo es una forma tan refinada de fingir que no se basa, como hasta hace unos años, en los grandes artificios. Se fundamenta en la atención selectiva. Yo estuve aquí, y por algún motivo te muestro esto. También he estado fregando la cocina, pero por algún motivo no te lo muestro. Quiero que sepas que he estado allí, pero no aquí. Y si hace falta, compraré un palo para hacerme una foto cuando no haya nadie para acompañarme.

En Internet se pueden encontrar vídeos en los que aparece gente posando creyendo que les van a hacer una foto. Son unos segundos incómodos, y es esta incomodidad lo que le da gracia a los vídeos. Esta sensación de estar haciendo el ridículo es uno de los síntomas de que se está fingiendo.

En esos momentos de incomodidad, si uno le presta atención a la cara de las personas que posan, puede verse la fricción entre la imagen que se quiere dar y lo que se está haciendo realmente. No es un esfuerzo para destacar, sino para fundirse con la imagen en abstracto de una persona que vive la vida, valga la redundancia.

El totalitarismo del parecer normal

El nuevo postureo es un artefacto nacido en la globalización que se rige por un mecanismo de todo o nada. Si hace dos años la gente se reía de los primeros turistas chinos que viajaban con un palo selfie, hoy es perfectamente normal usarlos. Si hace unas décadas la gente fingía para distinguirse, hoy lo hace para parecerse más a los miembros de la aldea global. Seamos los que seamos, todos tenemos tiempo de ocio y nos gusta vivir la vida, parecen querer decir.

Cada vez más, nuestra vida social se apoya en los avatares que usamos en las redes sociales. Cada vez más, la imagen que damos se parece a la que queremos dar a través de estos perfiles virtuales. Esperemos que, en este afán por demostrar lo que se es, no se eclipsen las formas de vivir la vida de manera espontánea y original.

Psicólogo | Director Editorial de Psicología y Mente

Adrián Triglia (Barcelona, 1988) es Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona y licenciado en Publicidad por la misma institución.

Es cofundador y Redactor Jefe de la web Psicología y Mente, la mayor comunidad en el ámbito de la psicología y las neurociencias.

Autor de dos libros de divulgación científica:

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