El lenguaje como regulador de lo social

Es crucial la influencia de las palabras sobre cómo configuramos la realidad que nos rodea.

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Ya lo decía Nietzsche: “No hay nada menos inocente que las palabras, las armas mas mortíferas que puedan existir”. 

No intentaba el filósofo hacernos imaginar una escena en el que el uso de ciertos signos lingüísticos desencadene pura y llanamente drama (para eso ya tenemos como ejemplo numerosas telenovelas). Más bien se refería en términos más genéricos a las repercusiones globales que puede tener un cierto uso del lenguaje, más allá de la pura transmisión de información entre mentes fríamente analíticas y perfectamente coordinadas. Si a esta intuición pre-científica le unimos ciertas conclusiones que se han podido extraer a partir de la psicolingüística, obtenemos un principio para nuestras relaciones sociales: un signo lingüístico no es un paquete de información, listo para ser analizado fríamente, que alguien nos manda… sino una unidad perceptiva que produce en nosotros esquemas de actuación, razonamiento o lenguaje, lo queramos o no. 

De ahí que, por mucho que el lenguaje pueda aparentar tener pretensiones de neutralidad en tanto que código comprensible y asimilable por todos, el significado de todos los signos de los que está compuesto esté sujeto a un continuo consenso. Consenso que, como cualquier forma de negociación entre agentes, está completamente moldeado por la subjetividad, experiencia y expectativas de cada uno de estos. La neutralidad brilla por su ausencia.

Las palabras posibilitan la aparición de conceptos culturalmente consensuados, y desde estos significados se derivan, en relación al contexto, valores que son finalmente los que acompañan nuestras conductas, tanto individual como colectivamente. A modo de ejemplo, rescataré algunas experiencias personales.

El lenguaje liberal en el Reino Unido

Durante una de mis estancias en Londres, pude notar como el uso del lenguaje que allí se estila (y no me refiero al idioma, sino a la manera de consensuar significados formando expresiones típicas) está lleno de connotaciones ligadas al pensamiento liberal. Esta ideología se caracteriza por la importancia del individuo en contraposición a los límites impuestos por el tejido social. Es necesario recordar que Margaret Thatcher aseveró un múltiples ocasiones que la sociedad no existe, que solo existe el individuo por separado. Son síntomas, pues, del carácter privado de la vida en general, del consumo, del mundo de los negocios y sus beneficios buscados de forma unilateral, etcétera.

En lo que refiere al hecho de remarcar el individuo por encima de lo social —o incluso sostener que la sociedad no existe, como sentenciaba Thatcher— se puede percibir en que, en el Reino Unido, cuando se preguntan las causas o la explicación de algún suceso, la pregunta que abre el telón del debate siempre es: it depends on the individual or is a question of luck? (depende del individuo o es cuestión de suerte), obviando que el origen puede deberse a algo de carácter estructural que trasciende al individuo (recuerden, allí la sociedad no existe). 

Otro ejemplo en que podemos observar cómo la ideología liberal está fuertemente arraigada en la sociedad inglesa es con la típica expresión is none of your business, que sirve para expresar “no es tu problema”, pero que traducido literalmente vendría a ser “no es tu negocio”. En esta expresión se sugiere un paralelismo explícito entre el mundo de los negocios —o el mundo de la actividad económica por extensión— y el hilo que da coherencia a la propia vida. Pero es más, el hecho de remarcar que el negocio es propio, señala una minusvaloración de la idea que lo ajeno, concepto poco interesante desde un punto de vista en el que la sociedad como tal no existe, sino que solamente existen unos individuos con intereses propios y sin intereses en común que los vertebre más allá de la protección colectiva de la propiedad. En este sentido resulta cómico, por ejemplo, cómo el verbo “compartir”, que podría indicar “compartir algo porque hay algo en común”, es share, que son las acciones de una empresa. Es decir, que incluso la acción de compartir pierde aquí una connotación social y se enmarca otra vez dentro del ámbito de los negocios y la rentabilidad económica.

En lo que se refiere al consumo encontré particularmente curiosa la frase hecha out of date, que significa “caducado” pero también “pasado de moda”. A toda sociedad consumista le interesa potenciar el mundo de la moda porque es una herramienta trascendental para poder producir y generar grandes beneficios renovando constantemente los artículos y creando la necesidad de consumo permanente. Por eso es importante decir que algo está de moda como algo intrínsecamente positivo. Cuando una camisa comprada en 2011 deja de tener vigencia para el mundo de la moda, eso quiere decir que está caducada y que, por tanto, se tiene que renovar, esto es, se tiene que consumir constantemente gran variedad de productos bajo un imperativo que prácticamente hace referencia al ámbito de la salud. Esta idea, claro está, reporta ingentes beneficios a las grandes empresas.

La derecha acertada; la izquierda siniestra

Finalmente, me gustaría citar un ejemplo muy obvio, pero quizás el más clarificador, y que posiblemente resuma mejor la idea central de este articulo. La palabra right. Por un lado significa “correcto”, y por otro “derecha”. Lo cierto es que cuando usamos esta palabra en política, nos referimos a la posición política o ideológica (neo)liberal o thatcheriana, la cosmovisión que reza las excelencias del libre mercado en lo económico y el conservadurismo en lo social, indicándolo como el camino naturalmente dado al hombre para su propio progreso.

Sin embargo, antes de pensar que esta polisemia puede tener algo que ver con cierta legitimación de las privatizaciones y ajustes entendidos en este caso como la ruta correcta, no hay que olvidar que esta vinculación entre “derecha” y “correcto” solo lo es en cuanto a la forma: la misma palabra, pero quizás no el mismo significado. No hay que olvidar tampoco que históricamente se denomina “derecha” a ciertas posturas políticas a raíz de una realidad histórica muy concreta (la disposición de los diputados conservadores en la Asamblea Nacional Constituyente durante la Revolución Francesa).

Sin embargo, el significado de las palabras, al ser negociado, no es fijo. Precisamente por eso, paradójicamente, esta continua negociación de significados puede hacer posible una dinámica de mantenimiento del significado a pesar de las circunstancias cambiantes. Esta relación polisémica entre ambos “rights” puede verse reforzada por una larga tradición de asociar propiedades a positivas al concepto de derecha, común a muchas culturas y, hasta cierto punto, todoterreno. Pensemos por ejemplo en la idea de ser diestro en algo, o en la expresión “levantarse con el pie izquierdo”. Ambas parecen hacer referencia a la mejor disposición de hacer las cosas con el lado derecho del cuerpo que tiene la mayoría de la gente. Del mismo modo, en la cultura árabe la mano izquierda se considera impura. Todo esto forma parte de una dimensión que, a pesar de cobrar forma en el lenguaje, trasciende el propio lenguaje y nos afecta subconscientemente.

Desde luego, nada menos inocente que las palabras

Politólogo

Licenciado en Ciencias Políticas por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Postgrado en Análisis Económico y Filosófico-Político del Capitalismo Contemporáneo por la Universitat de Barcelona. Máster en Filosofía Teórica y Práctica por la UNED.

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