El Experimento de Milgram: el peligro de la obediencia a la autoridad

¿Serías capaz de cometer un crimen? El experimento de Milgram pone en tela de juicio tu moralidad.

¿Puede cualquier ser humano cometer los más atroces crímenes contra la humanidad solo por obediencia a la autoridad? Es una pregunta que muchos académicos se han preguntado a lo largo del siglo XX, sobre todo después de presenciar crímenes masivos contra la humanidad como los campos de exterminio del III Reich o las guerras entre potencias económicas. Circunstancias límite en que la violencia y la muerte eran percibidas con indiferencia por una parte importante de la población.

De hecho, han sido un buen puñado los investigadores que han dado un paso más allá y han tratado de encontrar las claves psicológicas que explican por qué, en determinadas circunstancias, los seres humanos somos capaces de transgredir nuestros valores morales.

Stanley Milgram: un psicólogo norteamericano

Stanley Milgram fue un psicólogo de la Universidad de Yale llevó en el año de 1961 una serie de experimentos cuya finalidad era medir la disposición de un participante para obedecer las órdenes de una autoridad, incluso cuando estas órdenes pudieran ocasionar un conflicto con su sistema de valores y su conciencia.

¿Hasta qué punto somos totalmente conscientes de las consecuencias de nuestros actos cuando tomamos una decisión dura por obedecer a la autoridad? ¿Qué complejos mecanismos intervienen en la obediencia actos que van en contra de nuestra ética?

La preparación del experimento de Milgram

Milgram reclutó a un total de 40 participantes por correo y por anuncio en el periódico en el cual se les invitaba a formar parte de un experimento sobre “memoria y el aprendizaje” por lo que además, por el simple hecho de participar se les pagaría una cifra de cuatro dólares (equivalente a unos 28 actuales) asegurándole que conservarían el pago “independientemente de lo que pasará después de su llegada”.

Se les hizo saber que para el experimento hacían falta tres personas: el investigador (que portaba una bata blanca y fungía como autoridad) el maestro y el alumno. A los voluntarios siempre se les asignaba mediante un falso sorteo el papel de maestro, mientras que el papel del alumno siempre sería asignado a un cómplice de Milgram. Tanto maestro como alumno serían asignados en habitaciones diferentes pero conjuntas, el maestro observaba siempre con el alumno (que en realidad siempre era el cómplice) era atado a una silla para “evitar movimientos involuntarios” y se le colocaban electrodos, mientras el maestro era asignado en la otra habitación frente a un generador de descarga eléctrica con treinta interruptores que regulaban la intensidad de la descarga en incrementos de 15 voltios, oscilando entre 15 y 450 voltios y que, según el investigador, proporcionaría la descarga indicada al alumno.

Milgram también s****e aseguró de colocar etiquetas que indicaran la intensidad de la descarga (moderado, fuerte, peligro: descarga grave y XXX). La realidad era que dicho generador era falso, pues no proporcionaba ninguna descarga al alumno y sólo producía sonido al pulsar los interruptores.

La mecánica del experimento

El sujeto reclutado o maestro fue instruido para enseñar pares de palabras al aprendiz y de que, en caso de que cometiera algún error, el alumno debía ser castigado aplicándole una descarga eléctrica, que sería 15 voltios más potente tras cada error.

Evidentemente, el alumno nunca recibió descargas. Sin embargo, para dotar de realismo la situación de cara al participante, tras pulsar el interruptor, se activaba un audio grabado anteriormente con lamentos y gritos que con cada interruptor incrementaba y se hacían más quejumbrosos. Si el maestro se negaba o llamaba al investigador (que se hallaba cerca de él en la misma habitación) éste respondía con una respuesta predefinida y un tanto persuasiva: “continúe por favor”, “siga por favor”, “el experimento necesita que usted siga”, “es absolutamente esencial que continúe”, “usted no tiene otra opción, debe continuar”. Y en caso de que el sujeto preguntara quién era responsable si algo le pasaba al alumno, el experimentador se limitaba a contestar que él era el responsable.

Resultados

Durante la mayor parte del experimento, muchos sujetos mostraron signos de tensión y angustia cuando escuchaban los alaridos en la habitación contigua que, aparentemente, eran provocados por las descargas eléctricas. Tres sujetos tuvieron “ataques largos e incontrolables” y si bien, la mayoría de los sujetos se sentían incómodos haciéndolo, los cuarenta sujetos obedecieron hasta los 300 voltios mientras que 25 de los 40 sujetos siguieron aplicando descargas hasta el nivel máximo de 450 voltios.

Esto revela que el 65% de los sujetos llegó hasta el final, inclusive cuando en algunas grabaciones el sujeto se quejaba de tener problemas cardíacos. El experimento concluyó por el experimentador tras tres descargas de 450 voltios.

Conclusiones extraídas por Stanley Milgram

Las conclusiones del experimento a las que llegó Milgram pueden resumirse en los siguientes puntos:

A) Cuando el sujeto obedece los dictados de la autoridad, su conciencia deja de funcionar y se produce una abdicación de la responsabilidad.

B) Los sujetos son más obedientes cuanto menos han contactado con la víctima y cuanto más lejos se hallan físicamente de ésta.

C) Los sujetos con personalidad autoritaria son más obedientes que los no autoritarios (clasificados así, tras una evaluación de tendencias fascistas) .

D) A mayor proximidad con la autoridad, mayor obediencia.

E) A mayor formación académica, menor intimidación produce la autoridad, por lo que hay disminución de la obediencia.

F) Personas que han recibido instrucción de tipo militar o con severa disciplina son más propensos a obedecer.

G) Hombres y mujeres jóvenes obedecen por igual.

H) El sujeto siempre tiende a justificarse a sus actos inexplicables.

Relevancia criminológica del experimento

Tras la Segunda Guerra Mundial, se llevaron juicios posteriores a los criminales de guerra (entre ellos Adolf Eichmann) por el holocausto judío. La defensa de Eichmann y de los alemanes cuando declaraban en juicio por crímenes contra la humanidad fue que ellos sencillamente se remitían a cumplir y seguir órdenes, lo que posteriormente llevó a Milgram a plantearse las siguientes preguntas ¿Los nazis fueron realmente malvados y desalmados o se trató de un fenómeno grupal que podría ocurrirle a cualquiera en las mismas condiciones? ¿Podría ser que Eichmann y su millón de cómplices en el holocausto solo siguieran órdenes de Hitler y Himmler?

La obediencia a la autoridad, un principio que explicaría la violencia institucionalizada

El principio de obediencia a la autoridad ha sido defendido en nuestras civilizaciones como uno de los pilares en los que se sostiene la sociedad. En un plano general, es la obediencia a la autoridad la que permite la protección del sujeto, sin embargo la exacerbada obediencia puede resultar un arma de doble filo cuando el socorrido discurso de “solo obedecía órdenes” exime de responsabilidades y disfraza de deber los impulsos sádicos.

Antes del experimento, algunos expertos hipotetizaban que sólo un 1% al 3% de los individuos activaría el interruptor de 450 voltios (y que dichos sujetos además experimentarían alguna patología, psicopatía o impulsos sádicos) Pese a ello, se descartó que alguno de los voluntarios tuvieran patología alguna, así como también se descartó la agresividad como motivación tras una serie de diversos exámenes a los voluntarios. Vistos los datos, Milgram postuló dos teorías para intentar explicar los fenómenos.

Primera teoría: la conformidad con el grupo

La primera basada en los trabajos de conformidad de Asch, plantea que un sujeto que no tiene la habilidad ni el conocimiento para tomar decisiones, (particularmente ante una crisis) transferirá las decisiones al grupo.

Segunda teoría: la cosificación

La segunda teoría, más ampliamente aceptada es conocida como cosificación, y hace referencia a que la esencia de la obediencia consiste en que la persona se percibe únicamente como un instrumento para la realización de los deseos de la otra persona y por ende, no se considera como responsable de sus actos. Así ocurrida esta “transformación” de la autopercepción, todas las características esenciales de la obediencia ocurren.

Un experimento que supuso un antes y un después en la Psicología social

El experimento de Milgram representa uno de los experimentos de la Psicología social de mayor interés a la criminología a la hora de demostrar la fragilidad de los valores humanos ante la obediencia ciega a la autoridad.

Sus resultados demostraron que personas ordinarias, ante la orden de una figura con apenas un poco de autoridad, son capaces de actuar con crueldad. De esta manera la criminología ha logrado entender cómo algunos criminales que han cometido salvajes genocidios y ataques terroristas han desarrollado un nivel muy alto de obediencia a lo que ellos consideran autoridad.

  • Milgram, S. (2002), “Obediencia a la autoridad” Editorial Desclee de brouwer.

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