​¿Por qué se nos 'enganchan' determinadas canciones y melodías?

Se nos meten en el cerebro y es imposible sacarlas de ahí. ¿Por qué se nos pegan ciertas canciones?

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Canciones que tenemos que escuchar una y otra vez, melodías que estamos tarareando mentalmente durante todo el día, canciones que cantamos en voz baja siempre que tenemos ocasión... si hay una característica que defina el potencial que la música tiene en nuestras vidas es que nos engancha, se nos pega sin ningún tipo de conmiseración.

Ocurre, claro, con muchas melodías sencillas y pegadizas, pero incluso los frutos del mayor virtuosismo técnico y las piezas musicales más complejas son capaces de hacer que estemos pensando en ellas todo el rato. Simplemente, hay melodías que quedan prácticamente tatuadas en nuestro cerebro. ¿Por qué ocurre esto?

Cuando la música queda no sale de nuestra cabeza

Algunos expertos se refieren al fenómeno de la música pegadiza como producto de la actividad de "earworms", o gusanos de oreja. La imagen de parásitos haciendo su nido en nuestro cerebro y dejando allí sus huevos resulta bastante desagradable, pero por fortuna solo se trata de una metáfora. La idea es que la música entra a nuestro sistema nervioso a través de los oídos y una vez allí modifica el modo en el que nuestras neuronas se comunican entre sí creando una dinámica similar a un bucle.

De este modo, basta con que en un momento puntual un estímulo externo entre en nuestro cerebro (en este caso, una melodía) para que sus efectos se perpetúen a lo largo del tiempo, dejando tras de sí un rastro claro: nuestra propensión a reproducir una y otra vez ese estímulo, convertido en un recuerdo.

¿Cómo ocurre esto? La ciencia detrás de las melodías pegadizas

Hace unos años, investigadores del Dartmouth College arrojaron algo de luz sobre el misterio de cómo puede ser que nuestro cerebro simule una y otra vez la entrada de la melodía a nuestro sistema nervioso cuando nuestros oídos ya han dejado de registrar este tipo de estímulo.

Un experimento para reconocer qué ocurre en el cerebro

Para ello, realizaron un experimento: hacer que una serie de voluntarios escuchen música mientras su cerebro es escaneado en tiempo real para ver qué zonas de este se activan más que otras en cada momento.

Con ese objetivo, en primer lugar se pidió a los participantes que eligieran una serie de canciones que les resultan familiares y otras que nunca han escuchado, de modo que cada persona pudiese escuchar una lista de piezas musicales personalizada. Una vez los voluntarios hubieron empezado a escuchar la música, los investigadores incluyeron una sorpresa que no había sido explicada antes: en algunos momentos, la música dejaba de sonar durante tres o cuatro segundos.

De este modo, los investigadores pudieron comprobar que la parte del cerebro encargada de procesar la información relacionada con la música es la llamada corteza auditiva, y que esta continúa estando activa durante esos momentos en los que la música cesa siempre que esta resultase familiar, mientras que su actividad se interrumpe cuando lo que deja de sonar es música desconocida. Dicho de otra forma, cuando la música nos suena, nuestro cerebro se encarga de rellenar los espacios en blanco de manera automática, sin que nos tengamos que esforzar en ello.

Un eco musical que no podemos hacer parar

¿Qué nos dice lo anterior acera de esa música que no nos podemos sacar de la cabeza? En primer lugar, nos dice que los procesos mentales que asociamos a la percepción de estímulos sensoriales puede ir en la dirección contraria a la típica. Es decir, que puede producirse desde el cerebro en general hacia zonas del sistema nervioso especializadas en el procesamiento de patrones de sonidos, ya que se ha comprobado que nuestro encéfalo puede "seguir cantando por su propia cuenta".

En segundo lugar, esto muestra que los estímulos externos pueden dejar un rastro en nuestro cerebro que, aunque en un primer momento podemos llegar a ignorar, permanecen latentes y pueden hacer que entremos en un bucle, del mismo modo en el que removiendo el agua con un palo podemos crear remolinos que permanecen incluso cuando ya no estamos tocando el agua.

Neuronas que pulsan el "play" de forma automática

Si nuestro cerebro se encarga de reproducir el modo en el que nuestras neuronas de la corteza auditiva se activaban cuando estábamos escuchando la música que entraba por nuestros oídos, también será capaz de crear la reacción en cadena que se deriva de este patrón de activación de varias neuronas coordinándose entre sí para procesar la música... lo cual significa que vuelven a mezclarse los ingredientes necesarios para que en un futuro aparezca el bucle otra vez.

Para saber por qué se origina el bucle hará falta seguir investigando, pero lo más posible es que tenga que ver con el modo en el que ciertos estímulos crean enlaces químicos (más o menos permanentes) entre neuronas.

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