El mentalismo en Psicología, la creencia en el alma, y por qué es un problema

No tiene que ver con poderes extrasensoriales, sino con un problema filosófico no resuelto.

Allan Paivio acuñó en la década de 1970 el concepto del mentalismo para referirse al uso del método introspectivo como técnica básica de la psicología científica. Posteriormente el término pasaría a aplicarse a cualquier corriente de esta disciplina que se centrara en el análisis de procesos mentales no observables de forma objetiva, como el cognitivismo tradicional.

En este artículo hablaremos de los orígenes y el desarrollo histórico de la psicología mentalista, incluyendo sus manifestaciones más recientes. Como veremos, en este sentido resulta fundamental entender el papel central que tuvo el paradigma conductual a lo largo del siglo XX.

Definiendo el concepto de mentalismo

El término “mentalismo” se utiliza en psicología para hacer referencia a las ramas de esta ciencia que focalizan sus esfuerzos en el análisis de los procesos mentales como el pensamiento, la sensación, la percepción o la emoción. En este sentido el mentalismo se opone a las corrientes que estudian prioritariamente las relaciones entre conductas observables.

De este modo podríamos incluir orientaciones teóricas muy diversas dentro del mentalismo. Las que se asocian de forma más habitual con el término son el estructuralismo de Wilhelm Wundt y Edward Titchener, el funcionalismo de William James y el cognitivismo contemporáneo, pero el psicoanálisis o el humanismo también podrían ser vistas como mentalismo.

La palabra fue popularizada por el psicólogo cognitivista Allan Paivio, conocido sobre todo por sus aportaciones en el campo de la codificación de información. Este autor usó el concepto “mentalismo clásico” para hacer referencia a la psicología estructuralista y a la funcionalista, que estudiaban la conciencia a través del método introspectivo y de la subjetividad.

Uno de los aspectos más característicos de las propuestas que son calificadas como mentalistas es que se oponen a la comprensión de los fenómenos psicológicos como un puro subproducto de los procesos fisiológicos, considerando que esta visión tiene un carácter reduccionista y obvia aspectos relevantes de la realidad.

Para la mayoría de mentalistas el pensamiento, las emociones, las sensaciones y otros contenidos mentales son de algún modo tangibles. En este sentido, podríamos entender las perspectivas mentalistas como sucesoras del dualismo filosófico cartesiano, que se relaciona a su vez con el concepto del alma y que ha influido de forma clave el pensamiento occidental.

Del método introspectivo al cognitivismo

En sus inicios como disciplina científica (a finales del siglo XIX y principios del XX) la psicología oscilaba entre el polo mentalista y el conductista. La mayoría de propuestas de la época se situaban en uno u otro de los extremos, se identificaran o no sus autores con las perspectivas mencionadas; en este sentido era clave la hegemonía del método introspectivo.

El nacimiento del conductismo tal y como hoy lo entendemos se atribuye a la publicación del libro “La psicología tal como la ve el conductista”, de John B. Watson, que tuvo lugar en el año 1913. El padre de la orientación conductual defendió la necesidad de estudiar de forma exclusiva los aspectos observables y objetivos del comportamiento de los seres humanos.

De este modo Watson y otros autores clásicos como Iván Pávlov, Burrhus F. Skinner y Jacob R. Kantor se opusieron a quienes conceptualizaban la psicología como el estudio de la conciencia. Dentro de esta categoría encontramos tanto a los estructuralistas y a los funcionalistas como a los seguidores del psicoanálisis, que dominaron la psicología durante décadas.

El auge del conductismo llevó a una reducción del interés por los procesos psicológicos, y en particular por la conciencia. No obstante, a partir de la década de 1960 aproximadamente empezó a producirse lo que hoy en día llamamos “Revolución Cognitiva”, y que consistió sencillamente en una vuelta al estudio de la mente a través de técnicas más objetivas.

En la segunda mitad del siglo XX el cognitivismo convivió con el conductismo radical skinneriano, la variante más exitosa de esta perspectiva; no obstante, resulta evidente que el “nuevo mentalismo” se preocupó mucho más que el clásico por la objetividad. Esta tendencia hacia la integración con la evidencia científica como base se ha mantenido hasta la actualidad.

El mentalismo en la actualidad

A pesar de la oposición aparente entre las perspectivas mentalistas y las conductistas, en la actualidad encontramos de forma muy habitual combinaciones entre ambos tipos de planteamiento. A medida que se han desarrollado y han ido obteniendo bases empíricas sólidas, las dos corrientes teóricas se han acercado de forma más o menos espontánea.

La manifestación más característica del mentalismo moderno probablemente la constituya la neurociencia cognitiva. El objeto de estudio de esta disciplina son los procesos mentales (incluyendo, por supuesto, la propia conciencia); sin embargo, se basa en técnicas mucho más avanzadas y fiables que la introspección, como el mapeo cerebral y el modelado computacional.

En cualquier caso, se trata de un debate que no se va a resolver en el futuro cercano porque responde a una dicotomía nuclear: la que se da entre los psicólogos que opinan que esta ciencia debería dedicarse sobre todo al estudio de las conductas observables y los que destacan el papel de los procesos mentales como entidades susceptibles de análisis en sí mismas.

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