"¿Por qué estoy de mal humor?" Las 3 razones más frecuentes

Los cambios de humor pueden llevarnos a tener siempre mala cara. Estas son sus causas.

Pexels

Los cambios bruscos de humor pueden ser una fuente de malestar que afectan a todos los aspectos de nuestra vida. Facilitan la aparición de discusiones, distraen y, por supuesto, son desagradables para quien los experimenta directamente.

Además, un factor añadido de malestar es el hecho de no saber muy bien de dónde emana el mal humor. Cuando alguien habla sobre la mala cara que tenemos en esas situaciones, las respuestas que damos al respecto son, casi siempre, insuficientes. Por ejemplo, si alguien se queja porque nos hemos enfadado cuando nos han hecho una petición sencilla, probablemente responderemos algo así como "es que siempre me estás pidiendo ayuda".

Las causas del mal humor

A pesar de la poca lógica que parece existir en los motivos por los que alguien cree enfadarse cuando está de mal humor, lo cierto es que sí hay factores reales que explican buena parte de estos estados emocionales. Nuestra mente no es independiente del cuerpo, así que tanto el estado material de nuestro sistema nervioso como nuestros hábitos tienen efectos en el modo en el que pensamos y sentimos. Estos que verás a continuación son los factores influyentes más importantes.

1. Falta de sueño

La falta de sueño tiene una importantísima influencia en cómo pensamos y cómo nos sentimos. Cuando dormimos poco o con interrupciones frecuentes, nuestro cerebro no se recupera del todo, y eso hace que deba enfrentarse a las tareas del día a día con unos recursos muy limitados y de mala manera. Hay que tener en cuenta que este conjunto de órganos está siempre activo, y por consiguiente se expone a un gran desgaste. Los momentos en los que dormimos son etapas en las que esta activación pasa a ser de otro tipo, con lo cual se hace posible el mantenimiento y recuperación de esos tejidos celulares.

El resultado de esto es, por supuesto, que tendemos a pensar peor y a tener muchas dificultades para gestionar bien nuestra atención. Además, esto hace que nos frustremos y nos sintamos mal, lo cual a su vez facilita que lleguemos al umbral del mal humor con mucha rapidez. Para cuando llega el momento del día en el que alguien nos pide algo, ya hemos pasado por un buen número de pequeños fracasos diarios, y por eso reaccionamos mal ante la necesidad de volver a poner a trabajar a nuestro cerebro.

Así, las quejas son el modo en el que intentamos convertir en argumentos razonables algo que es en realidad un grito de socorro, la petición de más rato para descansar.

2. Estrés mantenido durante mucho tiempo

El estrés supone, a la vez, el caldo de cultivo perfecto para que aparezca el mal humor.

De hecho, es poco común que estos niveles de ansiedad mantenidos durante días sean experimentados con buena cara, como si ese malestar psicológico fuese un sacrificio edificante que se asume a favor de un bien mayor. Casi siempre se traduce en rabietas y nos lleva a adoptar un estilo de pensamiento más cínico y pesimista. De algún modo, permanecemos sesgados y lo interpretamos todo de un modo negativo.

El motivo de esto es muy parecido al caso de la falta de sueño. El estrés continuado es una consecuencia de un sistema neuroendocrino que necesita descansar y "desengancharse" de una serie de tareas y de ideas que captan nuestro foco de atención durante demasiado tiempo, lo queramos o no. Esto hace que nuestro pensamiento entre en bucle, un fenómeno conocido como rumiación.

3. Pesimismo vital causado por una filosofía de vida

Hay un tipo de mal humor que es más profundo y menos circunstancial que el generado por el estrés y la falta de sueño: el que forma parte de la propia filosofía de vida, del modo en el que hemos aprendido a interpretar nuestras experiencias.

Esto es lo que desde la psicología clínica de la corriente cognitivo-conductual se aborda a través de lo que se conoce como reestructuración cognitiva. La idea es modificar el modo en el que interpretamos la realidad de forma consciente o inconsciente.

Normalmente, las personas con esta clase de mal humor leen su vida a través de un esquema mental que las predispone hacia el pesimismo. Es su costumbre, igual que cepillarse los dientes cada mañana o desayunar tostadas con mermelada.

Por ejemplo, sus logros serán interpretados siempre como fruto de la suerte o de la ayuda de los demás, mientras que los fracasos serán entendidos como una consecuencia de las verdaderas limitaciones de uno mismo. Es decir, lo bueno será atribuido a factores externos, y lo malo será atribuido a la esencia de uno mismo, algo que (teóricamente) no se puede cambiar. En este proceso influye lo que se conoce como "locus de control": el modo en el que se atribuimos lo que nos pasa a características personales o externas.

Cambiar de hábitos

Este tipo de causa del mal humor es la más difícil de cambiar, porque exige asumir un compromiso de cambio personal a medio y largo plazo (aunque el mal humor producido por falta de sueño también puede dar mucha guerra si es consecuencia de un trastorno del sueño). Normalmente, este pesimismo vital no se puede solucionar tan solo leyendo libros, sino que es necesario cambiar los propios hábitos y formas de hacer las cosas. 

Así pues, para pasar del "por qué estoy de mal humor?" al "¿por qué me siento tan bien si no soy especialmente afortunado/a" la solución es, paradójicamente, pasar a creer que sí somos afortunados porque realmente vemos que no hay motivos para pensar lo contrario. Deshacernos de preocupaciones artificiales, sentirnos motivados y transformar nuestras vidas en proyectos apasionantes son una parte de este plan. La otra parte, por supuesto, es contar con las necesidades básicas para vivir con dignidad, lo cual permitirá que tengamos la autonomía necesaria para dirigir nuestros actos a acciones que persigan objetivos auténticos.

Referencias bibliográficas:

  • Ardila, R. (2004). La Psicología en el Futuro. Madrid: Pirámide. 
  • Gadenne, V. (2006). Filosofía de la psicología. España: Herder. 
  • Pink, Daniel H. (2010). Las sorprendente verdad sobre qué nos motiva (1a ed. edición). Barcelona: Centro Libros.
  • Ryan, R. M.; Deci, E. L. (2000). «Self-determination theory and the facilitation of intrinsic motivation, social development, and well-being». American psychologist 55   
  • Triglia, Adrián; Regader, Bertrand; García-Allen, Jonathan (2016). Psicológicamente hablando. Paidós.

Psicólogo

Licenciado en Sociología por la Universitat Autónoma de Barcelona. Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona. Posgrado en comunicación política y Máster en Psicología social.

Psicólogo/a

¿Eres psicólogo?

Date de alta en nuestro directorio de profesionales

Artículos relacionados

Artículos nuevos

Quizás te interese