¿Cómo cambia la personalidad a lo largo de la vida?

¿Las personas cambian, o su manera de ser queda inalterada más allá de la adolescencia? Veámoslo.

Personalidad
Cambiamos física y psicológicamente.Unsplash.

¿Las personas cambian a lo largo de su vida? Posiblemente esta sea una de las preguntas más antiguas y que más se han debatido tanto en la sociedad en general, como en la filosofía y la psicología.

A pesar de que tradicionalmente se ha considerado la personalidad como un constructo rígido, estable y difícilmente alterable; una serie de estudios revelan que esto no es del todo cierto. A continuación analizamos los detalles de este estudio y las posibles causas que influyen en los cambios de personalidad.

¿Cómo se define la personalidad?

La personalidad es un constructo de base dentro del ámbito de la psicología, por lo que a lo largo de los años de estudio de esta se han elaborado una gran cantidad de definiciones. No obstante, la mayoría de ellas poseen una serie de puntos en común que nos pueden ayudar a entender de qué trata este concepto.

A grandes rasgos, el concepto de personalidad puede resumirse como la combinación de pensamientos, emociones y sentimientos que definen a una persona concreta. Que son estables en el tiempo y no varían de unas situaciones a otras.

El modelo Big Five

Los rasgos de personalidad de cada persona se puede ver reflejados en los actos y comportamientos de esta, siendo coherentes a través de las situaciones e independientes a los contextos que experimenta o vive el sujeto. De ahí que la personalidad es aquello que hace única a la persona.

Estos rasgos de personalidad a los que se hace referencia son aquellos recogidos en el modelo de los Big Five (Cinco Grandes), siendo este el modelo más aceptado actualmente. Según el modelo, existen cinco grandes dimensiones que constituyen la base de nuestra personalidad. Estos son:

  • Extraversión.
  • Neuroticismo.
  • Amabilidad.
  • Apertura a la experiencia.
  • Responsabilidad.

Como es lógico, estas dimensiones no son iguales en todas las personas, sino que las puntuaciones de estas pueden variar en gran medida de un sujeto de otro. De ahí, que cada personalidad individual sea el producto de infinitas combinaciones de estos rasgos.

De la misma manera, aunque la personalidad se mantiene estable a través de las situaciones, esto no implica que la persona vaya a comportarse siempre de la misma manera, sino que la personalidad gobierna la manera en la que percibimos la realidad e interactuamos con ella, creando una serie de tendencias y patrones complejos y relativamente flexibles.

Esta flexibilidad encuentra su explicación en que la persona necesita adaptarse al medio que la rodea. Esto no significa que dejemos de ser nosotros mismos, sino que nuestra personalidad tiene la capacidad de fluctuar a lo largo de las diferentes épocas de nuestra vida.

Las principales teorías también coinciden en que la personalidad acompaña a la persona desde el mismo momento en el nace, poseyendo una serie de rasgos propios que irán modificándose y cambiando en interacción con su contexto y las experiencias vitales de esta, siendo, además, esencial para el desarrollo de las habilidades sociales de la persona y por consiguiente para la integración de esta en la sociedad.

¿Puede cambiar la personalidad a lo largo de la vida?

La cuestión acerca de si nuestra personalidad puede cambiar de manera más o menos radical a lo largo de nuestra vida es una constante a lo largo de la historia de la psicología. Por lo tanto, es lógico pensar que tras todos estos debates e investigaciones la psicología tendría una respuesta definitiva, pero esta sigue siendo una incógnita en constante investigación.

El principal motivo por el cual es tan sumamente difícil de resolver, radica en el desafío que supone para los estudios científicos realizar un riguroso seguimiento de los sujetos a lo largo de toda su vida.

No obstante, son varios los equipos de científicos que han conseguido realizar amplios seguimientos a los participantes, estableciendo una serie de conclusiones que contradicen la archiconocida afirmación de psicólogo y filósofo William James, según la cual la personalidad de cada individuo era incapaz de experimentar alteraciones psicológicas significativas a partir de los 30 años de edad, al menos en lo que respecta a nuestra personalidad.

El estudio de la Universidad de Northwestern

En esta investigación, encabezada por la psicóloga Eileen Graham, se compararon y combinaron los resultados de 14 estudios longitudinales ya publicados con anterioridad. En conjunto se obtuvieron los datos de aproximadamente 50.000 participantes de diferentes estados de Estados Unidos y Europa.

Tras realizar una exhaustiva revisión, los hallazgos obtenidos confirman, e incluso amplían, los conocimientos actualmente existes. Estableciendo que los rasgos de personalidad tienden a alterarse y cambiar con el paso del tiempo y, además, de maneras más o menos predecibles.

Para el estudio, Graham y su equipo buscaron estudios a largo plazo relacionados con la salud y el envejecimiento en los que se habían recopilado datos de, al menos, uno de los cinco rasgos de personalidad propios de los Cinco Grandes, ya mencionados anteriormente, como mínimo en tres ocasiones distintas de la vida del participante.

Es necesario especificar que hubo un sesgo en los estudios incluidos para evaluar a las personas a edades avanzadas, pero esto ayuda a contrarrestar los estudios existentes sobre el cambio de personalidad de por vida, que han sido sesgados hacia los participantes más jóvenes.

Los resultados

La combinación de los resultados de los estudios evaluados reveló que cuatro de las cinco dimensiones de personalidad mostraron cambios estadísticamente significativos, en promedio, a lo largo de la vida de las personas. La única excepción fue la dimensión “Amabilidad”, la cual en conjunto parecía mantenerse relativamente estable.

En cuanto al resto de rasgos, tendían a cambiar alrededor de un 1 o 2% por cada década. Los participantes se volvieron, aproximadamente, más emocionalmente estables, menos extrovertidos, menos abiertos, menos ordenados y menos autodisciplinados.

Estos resultados coinciden con ciertas teorías de la personalidad que hipotetizan que las personas de edades avanzadas tienden a experimentar cambios en su personalidad como respuesta a una disminución de las responsabilidades.

Si nos centramos en los resultados en muestras de participantes más jóvenes, los resultados también proporcionaron pruebas de que los rasgos de “responsabilidad”, “extraversión” y “apertura a la experiencia” sufrían un aumento en la puntuación durante la madurez temprana.

Este hecho es consistente con otra teoría conocida como "principio de madurez", que establece que la personalidad tienden a mejorar a lo largo de la vida a medida que nos adaptamos a los crecientes desafíos del trabajo y las responsabilidades familiares.

Finalmente, el estudio revela que, aunque exista un patrón relativamente constante en los cambios de personalidad, existe una gran variabilidad individual en estos patrones. Según Graham y sus colaboradores esto significa que no todas personas cambian a la misma velocidad ni en la misma dirección.

¿Por qué cambiamos?

Como se puntualizó anteriormente, la personalidad es un constructo relativamente flexible que puede verse afectado por los eventos que nos suceden a lo largo de nuestra vida. Las presiones sociales, un cambio en el rol vital o los cambios biológicos pueden llegar a influir en nuestro estado emocional, en nuestra manera de ser y cómo no en nuestra personalidad.

Un ejemplo muy frecuente es aquel que sucede en personas que han padecido pérdidas muy graves o traumáticas que refieren “no ser los mismos” tras ese evento estresante.

Algunos otros eventos o sucesos vitales que son susceptibles de cambiar nuestra personalidad son:

  • La maternidad y paternidad.
  • La jubilación.
  • El fallecimiento de un ser cercano.
  • La pubertad.
  • La menopausia.
  • El matrimonio.
  • La adaptación a una cultura completamente diferente.

Psicóloga Sanitaria y Sexóloga

Licenciada en Psicología por la Universitat de València. Especializada en Sexología Clínica y Terapia de Pareja por el Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP) donde, entre otras cosas, descubrió su pasión por la psicología de la infertilidad. Para completar su formación clínica, realizó el Máster de Psicología General Sanitaria en la Universitat de Valencia.

Ha desempeñado labores de psicóloga en diversos centros, entre ellos la Unidad de Salud Mental del Hospital Clínico Universitario de Valencia y el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) en Barcelona.

Actualmente, Isabel compatibiliza su trabajo con un blog divulgativo llamado “Sexplícitamente Hablando”. En el que reflexiona sobre aspectos psicológicos de las relaciones personales y sobre la sexualidad.

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