​Psicología del amor: así cambia nuestro cerebro cuando encontramos pareja

¿Cómo se entiende el fenómeno del amor desde la ciencia de la conducta?

El amor romántico es uno de esos fenómenos que han inspirado a muchos filósofos, y ha sido el tema principal de muchas películas o novelas. Y aunque su complejidad ocasione una gran dificultad a la hora de estudiarlo, todo el mundo ha experimentado alguna vez en su vida este fuerte sentimiento que dirige todos nuestros sentidos y nos impulsa a estar con la persona amada.

De hecho, las investigaciones recientes concluyen que el amor es un impulso y una motivación más que una emoción. Nos hace sentir que estamos en lo más alto, pero también puede llevarnos a la autodestrucción si no sabemos gestionar correctamente el desamor.

Sin duda, la psicología del amor es un tema interesante, y en este artículo os hablaré sobre la química del amor y la importancia que tienen la cultura y las expectativas a la hora de enamorarnos.

La psicología del amor y su relación con las drogas

Hasta hace tan solo unos años se trataba el amor como una emoción, pero a pesar de que en momentos puntuales pueda parecerlo, tiene muchas características que lo diferencian de éstas (las emociones).

A raíz de las estudios de Helen Fisher, una antropóloga, bióloga e investigadora del comportamiento humano, la comunidad científica dio más peso a la idea de que el amor es un impulso y una motivación, puesto que los resultados de su investigación confirmaron que se activan dos importantes áreas relacionadas con las conductas motivantes: el núcleo caudado y el área tegmental ventral (ATV), ambas regiones muy inervadas por neuronas dopaminérgicas y relacionadas con la repetición de conductas placenteras como el sexo o las drogas.

Pero la complejidad del amor no se limita a estas dos áreas del cerebro. Según las conclusiones de un estudio dirigido por Stephanie Ortigue, de la Universidad de Syracuse (Nueva York) y publicado en la revista Journal of Sexual Medicine, se activan hasta 12 áreas del cerebro que trabajan conjuntamente para liberar las sustancias químicas como la dopamina, la oxitocina, la vasopresina, la noradrenalina o la serotonina.

El amor modifica nuestro cerebro e induce a cambios en nuestro sistema nervioso central, pues activa un proceso bioquímico que se inicia en el córtex, da lugar a respuestas fisiológicas intensas y produce una gran sensación de euforia (similar al de algunas drogas como la cocaína), aunque también tiene un efecto sobre las áreas intelectuales del cerebro y puede afectar a nuestros pensamientos. Dicho de otro modo, cuando no enamoramos... ¡estamos drogados!

  • Esta misma investigación comprobó que, dependiendo de los diferentes tipos de amor, se activan diferentes zonas relacionadas con el sistema de recompensa (en la que se encuentra el área tegmental ventral) y algunas funciones cognitivas superiores. Puedes saber más sobre las diferentes clases de amor en nuestro artículo: “La teoría triangular del amor de Sternberg

De la locura del enamoramiento a la racionalidad del amor

El amor ha despertado mucho interés en la comunidad científica. Algunas investigaciones se han centrado en analizar las fases del amor, aunque muchas veces se han generado discrepancias entre los expertos. Para John Gottman, autor del libro Principa Amoris: The New Science of Love, el amor romántico tiene tres fases bien diferenciadas que van apareciendo de forma secuencial, del mismo modo en el que las personas nacen, crecen y envejecen. Estas fases son: la limerencia (o enamoramiento), amor romántico (construcción de lazos afectivos) y amor maduro.

Psicología del amor

No todo el mundo supera estas fases, pues del proceso de la intensa cascada química del enamoramiento hay que dar paso a un amor más consolidado que se caracteriza por una confianza más profunda, donde se deben tomar decisiones más racionales y donde la negociación se convierte en una de las claves para la construcción de un compromiso real y leal.

Hormonas y neurotransmisores relacionados con el enamoramiento y el amor

Algunos investigadores han intentado averiguar qué ocurre exactamente en nuestro cerebro, que neurotransmisores y hormonas intervienen en este fenómeno y por qué cambian nuestros pensamientos y nuestra conducta cuando alguien nos conquista.

La Dra. Theresa Crenshaw, en su libro La alquimia del amor y la lujuria, explica que no cualquiera puede hacernos sentir esta mágica sensación, pero cuando el enamoramiento ocurre, entonces, y solo entonces, la cascada de neuroquímicos del enamoramiento estalla para cambiar nuestra percepción del mundo.

De manera resumida, las hormonas y neurotransmisores más importantes que intervienen en el proceso de enamoramiento el amor son las siguientes:

  • Feniletilamina (PEA): se conoce como la molécula del enamoramiento, y cuando nos enamoramos, esta sustancia inunda nuestro cerebro. Produce un efecto estimulante y la sensación de “estar en una nube.”
  • Noradrenalina (norepinefrina): es una catecolamina que tiene una gran influencia en el estado de ánimo, la motivación, el foco atencional y la conducta sexual.
  • Adrenalina (epinefrina): es similar a la noradrenalina tanto en la estructura como en su función. Se podría decir que desde un punto de vista funcional no hay diferencias entre ambas, excepto en que la función de la adrenalina es predominantemente fuera del sistema nervioso central (aunque también actúa dentro como neurotransmisor).
  • Dopamina: es el principal neurotransmisor relacionado con las conductas placeras y la repetición de éstas. Interviene en el consumo de drogas y su adicción, en los juegos de azar y en el amor y el enamoramiento.
  • Serotonina: la serotonina se conoce como la “hormona de la felicidad” y los niveles elevados de esta sustancia se asocian al estado de ánimo positivo, el optimismo, el buen humor y la sociabilidad. Las investigaciones han demostrado que en el desamor se produce un gran descenso de este neurotransmisor, lo que puede llevar a la persona a la obsesión e incluso a la depresión.
  • Oxitocina: también llamada la “hormona de los abrazos”, interviene en la creación vínculos cercanos con la pareja. Ayuda a forjar lazos permanentes entre amantes tras la primera oleada de emoción, y al abrazar, besar o hacer el amor estamos favoreciendo la liberación de esta sustancia.
  • Vasopresina: Es conocida como la hormona de la monogamia, y también está presente en el apego entre una madre y hijo. Se libera en consecuencia con la proximidad y el tacto, y promueve un vínculo afectivo fuerte. Theresa Crenshaw, en un intento de explicar su función, dice “La testosterona quiere irse de fiesta, la vasopresina quiere quedarse en casa”, en referencia su influencia atenuadora en el deseo sexual de los individuos. En definitiva, promueve el pensamiento más racional y menos caprichoso, proporcionando estabilidad.

Cuando el amor se rompe: ¿qué ocurre?

Si bien existen factores sociales que intervienen a la hora de enamorarnos de una persona u otra, es indudable que el enamoramiento y el amor, cuando se acaba, puede causar serios problemas para la persona que sigue enamorada.

Debido a la selección natural, se produjo en los humanos un cerebro que evolucionó para maximizar la reproducción y, por tanto, la no extinción de la especie, donde los neuroquímicos de la felicidad evolucionaron para promover conductas reproductivas. Esto, que ha tenido una gran repercusión en nuestra evolución, hace que cuando las parejas se rompen, tengamos que luchar contra nuestras emociones, instintos y motivaciones.

Las conclusiones de un estudio del Colegio de Medicina Albert Einstein lo dejan claro: “en el desamor, igual que cuando una persona es adicta a la droga, las consecuencias de la adicción son tan fuertes que pueden desembocar en graves conductas depresivas y obsesivas”. Cuando la unión con una persona ha sido muy fuerte, hace falta tiempo para debilitar los circuitos neuronales en los que participan las sustancias químicas del amor, y como ocurre con un adicto a la droga, la mejor manera de superarlo es el contacto cero (a menos durante las primeras etapas de la ruptura y siempre que sea posible).

De hecho, los psicólogos expertos en el amor recomiendan la “terapia del todo o nada”, puesto que el desamor no es un proceso lineal (pueden haber recaídas) y la aceptación puede tardar en llegar. Algunas personas lo viven como una etapa de duelo, y no hay que olvidar que estamos acostumbrándonos a estar sin la persona que amamos y con la que hemos compartido momentos especiales.

El amor: algo más que química

Los neuroquímicos del amor ejercen una gran influencia sobre la conducta del enamorado, pero no podemos olvidar que los factores sociales, culturales y la educación juegan un papel importante a la hora de enamorarnos.

La cultura define muchas veces nuestros gustos a la hora de encontrar pareja, y la elección y la atracción suelen encajar con nuestros esquemas mentales y nuestra idea del mundo y de la vida. Si que es cierto que cuando tenemos delante a la persona que nos gusta, nos excitamos y los químicos del amor hacen su función. Sin embargo, el origen está en la expectativas, que vienen moldeadas por nuestros esquemas mentales y que muchas veces se alimentan del concepto de amor que hemos visto en televisión o en las películas. Es difícil imaginarse a un millonario/a enamorado de un vagabundo/a.

En cuanto al enamoramiento, y como explica la antropóloga Helen Fisher, “nadie sabe con exactitud por qué ocurre. Sabemos que interviene un componente cultural muy importante. El momento también es crucial: hay que estar dispuesto a enamorarse. La gente tiende a enamorarse de alguien cercano; pero también nos enamoramos de personas que resultan misteriosas”.

El amor maduro y la influencia cultural

En cuanto al amor maduro, y según la opinión de Robert Epstein, psicólogo del American Institute for Behavioral Research and Technology: “Las prácticas culturales influyen notablemente en cómo las personas buscan y desarrollan amor, y la clave es la compatibilidad con los esquemas mentales, es decir, compartir una mirada similar sobre el mundo”. Epstein piensa que “en culturas donde la gente se casa teniendo en cuenta una visión irracional amor promovida por los medios de comunicación; tienen serias dificultades para mantener la relación, en parte debido a menudo confunden el amor con el enamoramiento. Esto no es una situación propicia para tener una relación a largo plazo.”

El amor tiene que ver con las creencias y los valores, y el enamoramiento son una serie de reacciones químicas producidas en diferentes regiones cerebrales que nos hacen tener una percepción idílica de una persona. Epstein asegura que “las personas mayores más allá de la edad de tener hijos, a veces tienen pareja por razones más prácticas”. Lo que da a entender que con los años podemos educarnos para tener una visión mucho más realista de lo que significa tener pareja.

  • Fisher, H. (2004). Why We Love: The Nature and Chemistry of Romantic Love. New York: Henry Holt.
  • Izard, C.E. (1991). The psychology of emotions. Nueva York: Plenum Press.
  • Rubin, Z. (1970). Measurement of Romantic Love. Journal of Personality and Social Psychology, 16(2): 265–273.

Psicólogo | Director de comunicación de Psicología y Mente

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Jonathan García-Allen (Reus, 1983) es Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona, y cuenta con distintas especialidades. Ha cursado varios posgrados, entre los que destacan el de Gestión de Recursos Humanos por la Universitat Rovira i Virgili, el postgrado en Psicología del Deporte por la UNED y el de Mindfulness e Inteligencia Emocional por la Universidad de Málaga. Experto universitario en Coaching por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.

Es fundador y Director de comunicación de la web Psicología y Mente, la mayor comunidad en el ámbito de la psicología y las neurociencias.

También ha participado en distintos proyectos: Psicólogo en Meyo App; creador, Director técnico y formador en el Star Camp de la cadena hotelera Iberostar, un programa de animación infantil y juvenil basado en las Inteligencias Múltiples, el Teambuilding y la Educación en valores; y en la actualidad es profesor de Coaching Educativo en la Universidad Libertadores (Colombia).

Autor de dos libros de divulgación científica:

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