6 claves para evitar las discusiones absurdas de pareja

¿Por qué algunas parejas se pasan el día discutiendo por nimiedades?

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Las relaciones de pareja suelen ser contextos en los que todas las emociones se magnifican. Es frecuente que en ellas el impacto emocional de un hecho aparentemente banal sea mucho más potente que en cualquier otra situación y tipo de interacción. El amor hace que, simplemente, nuestra vertiente emocional tome las riendas de gran parte de nuestra conducta, para bien o para mal.

Es por eso que es muy importante aprender a solucionar esas discusiones absurdas que se dan dentro de la relación, para que no dejen huella en nuestra manera de pensar en (e interactuar con) la otra persona.

Distinguiendo las disputas absurdas de las que no lo son

Ahora bien, lo primero que tenemos que hacer para prevenir estos problemas es analizar hasta qué punto el historial de discusiones con nuestra pareja está llena de disputas que, efectivamente, son absurdas si se las analiza con cierta frialdad una vez han pasado.

¿Cómo saber distinguir las discusiones sin sentido de las que no lo son? Para ello debemos preguntarnos hasta qué punto las discusiones y momentos de malestar se deben o no a la comunicación. Si una explicación razonable para gran parte de estas discusiones puede fundamentarse en un problema de comunicación y expectativas, existen muchos números de que una buena parte de ellas sean discusiones "tontas", en el sentido de que lo que las produce en un déficit de comunicación y una percepción errónea de las cosas.

Puede ser difícil llegar a esta conclusión, pero para ello contamos con una herramienta poderosa: las opiniones de los demás. Otras personas, cuyos intereses no se vean comprometidos por la existencia de nuestra relación de pareja y que hayan visto de primera mano gran parte de las discusiones que hemos tenido y los motivos que los han producido, nos ayudarán a tener una visión lo más objetiva posible del tema.

Debemos combinar este recurso con un esfuerzo sincero y honesto por nuestra parte a la hora de analizar fríamente lo que nos ha ido ocurriendo, y las situaciones que han ido dando lugar a las disputas.

Evitando las relaciones tóxicas

¿Y si tras esta etapa de revisión de las discusiones pasadas llegamos a la conclusión de que el problema fundamental no es la comunicación? Pueden pasar varias cosas: o nos equivocamos, cosa que siempre es posible, o los problemas de comunicación son la consecuencia de otro tipo de problemas más graves relacionados o no con nuestra relación, o estamos viviendo una de las llamadas relaciones tóxicas.

Las relaciones tóxicas son aquellas en las que existen graves problemas estructurales en el funcionamiento de la relación: problemas muy difíciles de corregir y que dañan seriamente el bienestar de una de las personas o ambas. En esta categoría genérica también se incluyen esas relaciones en las que hay un maltrato claro y una relación de poder desigual en la que una persona domina a la otra. Para saber más acerca de las relaciones tóxicas puedes leer este artículo.

Previniendo las discusiones sin sentido

Llegados a este punto, ya sabemos que las discusiones tontas tienen demasiado impacto en nuestra relación, por lo cual nos interesa evitar que vuelvan a suceder

Sabemos, además, que este es un problema que se puede resolver, aunque sea a medio y largo plazo, ya que a diferencia de lo que ocurre en las relaciones tóxicas, aquello que lo produce no es algo estructural, sino más bien superficial y que puede ser corregido aprendiendo y desaprendiendo ciertas conductas. Para ello son justamente las claves para evitar discusiones tontas de pareja presentadas a continuación.

Claves para evitar discusiones de este tipo

Estos son algunos principios a seguir en la misión de hacer que la vida de pareja entre en otra dinámica de relaciones, otra fase. 

Aunque aquello que se quiere corregir no forme parte del núcleo de la relación ni pueda ser asociado a una relación tóxica, eso no significa que gestionarlo sea una tarea fácil, porque esta es una misión en la que ambos miembros de la pareja tienen que estar involucradas. Por ello, lo óptimo sería reforzar la aplicación de estas claves con sesiones de terapia de parejas.

1. La primera toma de contacto

Partimos de una situación en la que hay una asimetría: nosotros queremos empezar a prevenir y gestionar de manera más o menos sistemática las discusiones absurdas de pareja, pero la otra persona aún no lo sabe. El primer paso de un proyecto basado en la mejora de la comunicación entre dos personas es, evidentemente, comunicárselo. Y para hacerlo hay que aprovechar un momento de calma, en el que el estado de ánimo de ambos sea bueno y sean posibles las muestras de afecto correspondidas. También es necesario asegurarse de que se cuenta con bastante tiempo para hablar.

De este modo los dos componentes de la relación asociarán el inicio de este plan con ese contexto agradable en el que empezó a dar sus primeros pasos, e interpretarán esta iniciativa como lo que es: una misión basada en la buena voluntad y en el re-establecimiento de unos lazos afectivos fuertes y sólidos. En cambio, si empezamos esta fase durante o justo después de una discusión, lo más probable es que la otra persona adopte una actitud a la defensiva.

La explicación debería ser sencilla, honesta y comunicada de manera espontánea, sin seguir un guión rígido, para que el lenguaje no verbal se adapte totalmente a lo que se dice.

2. Examinando situaciones pasadas

Una vez dado el primer paso, e inmediatamente después, si es posible, lo recomendable es rememorar juntos discusiones absurdas pasadas y hablar sobre el propio punto de vista y en lo que en ese momento se pensó que se vio. Esto hará que aprendamos cosas que no sabíamos acerca de cómo la otra persona ve la relación, y cuáles son sus expectativas y los elementos que valora más.

Si esta primera charla transcurre sobre motivaciones que puedan interesar a ambos integrantes de la pareja por igual, el simple hecho de haber tenido un diálogo de este tipo por primera vez resulta por sí mismo muy beneficioso.

3. Evitando los reproches

En la rememoración de las discusiones pasadas, hay un peligro que los dos componentes de una pareja han de evitar: caer en los reproches.

Esto no significa que no se puedan expresar cosas que en su momento nos produjeron enfado (de hecho, es recomendable hacerlo), sino que tenemos que prestarle atención al modo en el que las comunicamos para que no suenen como una muestra de revanchismo en la que buscamos principalmente que la otra persona se arrepienta y reconozca que estamos en lo cierto. Es decir, es una cuestión de formas, no de contenido.

4. Programando charlas sobre el estado de la relación

Llegados a este punto, es posible que se haya estado un buen rato hablando sobre el tema, así que lo mejor es dar por finalizada la primera charla

Sin embargo, la finalización de esta primera sesión (pues es una sesión de auto-terapia, por muy improvisada e informal que sea) ambos miembros de la pareja se tienen que comprometer a volver a dedicar un momento a hablar sobre cómo perciben la relación, a dar su punto de vista sobre posibles conflictos reales o potenciales, etc.

5. Renunciando a internet como medio para comunicar mucho

Una de las medidas a implementar es, directamente, llegar a un acuerdo para usar internet solo para comunicar lo esencial y lo más objetivo. Las muestras de afecto mandadas a través de un chat pueden estar bien si son sencillas, pero no deben formar parte de un discurso demasiado elaborado. La comunicación de verdad debe reservarse solo para situaciones en las que el diálogo sea cara a cara.

El objetivo de esto es eliminar los espacios en los que la comunicación sea ambigua en los momentos en los que estamos aprendiendo a adoptar el punto de vista de la otra persona. Más adelante, cuando se perciba que las discusiones absurdas han remitido, se puede volver a hacer uso de los chats sin restricciones.

6. Creando protocolos de actuación

En una de estas charlas se pueden fijar protocolos para llevar a cabo sobre aquellas discusiones que pensamos que se basan en la nada, es decir, en la falta de diálogo. Por ejemplo, puede consistir en un simple gesto. Sin embargo, para no restarle valor a este símbolo, es necesario un compromiso firme para no utilizar esto como un recurso para escapar de las discusiones basadas en algo serio.

Psicólogo

Licenciado en Sociología por la Universitat Autónoma de Barcelona. Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona. Posgrado en comunicación política y Máster en Psicología social.

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