Pedagogía política para Marc Márquez y sus defensores

Reflexiones sobre el neoliberalismo alrededor del caso del joven Marc Márquez y los impuestos.

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Visto el cúmulo de críticas -positivas y negativas- que generó la noticia de Marc Márquez (piloto español bi-campeón del mundo de Moto GP) sobre su voluntad de empadronarse en Andorra y tributar en el país de los pirineos en sus posteriores declaraciones, he decidido dar mi opinión sobre el caso y aportar así un granito de arena al debate establecido. A este fin, propongo una exploración en diferentes niveles de análisis: social, político y económico de la situación económica y tributaria existente en España.

Mis aportaciones se deben encuadrar dentro de una lógica de debate sano, libre y abierto. No pretendo ofender a nadie. Asimismo, quisiera señalar que la polémica sobre Márquez no monopolizará mi análisis, sino que más bien pretendo preponderar el contexto en el que se ve inscrito.

Conceptualización y breve historia sobre el neoliberalismo

Hoy en día vivimos en un periodo particular del capitalismo. El neoliberalismo, estadio del capitalismo, es una ideología y método de análisis liberal, fruto de una nueva visión económica del mundo, cuyo desarrollo se produjo en los años de gobierno de Roland Reagan y Margaret Tatcher, que comandaron la ruptura de los pactos de Breton Woods (1971). Estos últimos establecían las reglas del sistema financiero global, que debían respetar la centralidad del dólar como moneda de cambio. Con su ruptura se cristalizó un sistema llamado de cambios flotantes.

El neoliberalismo persigue, en términos generales, denunciar un estado fuerte o intervencionista en la economía así como disminuir el poder adquirido por las clases trabajadoras traducido, en parte, por un Estado de bienestar. En palabras de David Harvey, en su libro Breve historia del Neoliberalismo, “El neoliberalismo es, ante todo, una teoría de prácticas político-económicas que afirma que la mejor manera de promover el bienestar del ser humano, consiste en no restringir el libre desarrollo de las capacidades y de las libertades empresariales del individuo, dentro de un marco institucional caracterizado por derechos de propiedad privada, fuertes mercados libres y libertad de comercio.” En la teoría es muy bonito, pero en la práctica se traduce en unas políticas cuya finalidad consiste en desmantelar parte del Estado, o en otras palabras, quebrar el sector público manteniendo lo justo para mantener una estabilidad o cohesión social para que las empresas puedan competir sin muchas regulaciones. Esto conduce inexorablemente en una menor intervención del Estado en la economía, con la finalidad de que las empresas privadas sustituyan esa gestión, que antes garantizaba el Estado, para agenciarse de más oportunidades para su acumulación de capital a expensas de la sociedad.

En resumen, el neoliberalismo, así como la globalización que le acompaña, es el efecto directo de la necesidad de determinadas empresas o grandes capitales (en su inicio sobretodo financieras americanas) para garantizar la expansión económica a costa del Estado y, a fin de cuentas, a costa de las clases trabajadoras, quienes no pueden aprovecharse de las ventajas del libre comercio de la misma manera ya que su acumulación de capital es muy pequeña como para salir de la realidad ideológica y administrativa impuesta para ellos: el Estado-nación.

La normalización de la ideología neoliberal

El caso de Márquez ha sido de lo más mediatizado, y quizá no se merece tanto castigo. Por el contrario, un caso escandaloso como el protagonizado por el Presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker y los “tax ruling” en Luxemburgo han tenido una relevancia testimonial y apenas ha superado el tamiz de la sobremesa. No obstante, este suceso nos parece interesante ya que se inscribe en un contexto de dominación ideológica neoliberal, asentado en las mentes de una buena parte de nosotros, cristalizándose en el quehacer del día a día de los ciudadanos.

La problemática principal se encuentra en la antidemocrática lógica del neoliberalismo. Este nuevo sistema liberal es aprovechado, en buena medida, por quienes tienen capacidad de trasladar capitales fuera de unas fronteras hacia el interior de otras. El argumento para un neoliberal, consciente o no de serlo, se basa en su percepción de la libertad adquirida por esa hegemónica visión. La libertad para un liberal consiste en la lógica mercantilista: la libertad de flujos de capitales, mercancías y personas sin casi restricciones o regulaciones. Siguiendo esta lógica, Europa sería uno de los lugares más libres del mundo. No comparto tal percepción, al menos parcialmente, porque, según muestra implícitamente esta ideología, la libertad está vinculada a la capacidad de acumular recursos monetarios e, in fine, de tu clase social. Cuanto más tienes más libre eres y más fácil es acumular el capital, puesto que puedes aprovecharte de otras tributaciones y facilidades dispuestas para los grandes capitales.

¿La aplicación en el caso de Márquez? Muy simple. Mientras la mayoría de nosotros no tenemos la capacidad de acumulación, la realidad, que se presenta como abanico de posibilidades, es básicamente, aquella limitada por el Estado-nación. Por el otro lado, los Márquez o los Pujol tienen una masa de capital cuya cantidad les llama a trasladar de un lado para otro entendiendo -activamente o pasivamente- las posibilidades que el neoliberalismo les ofrece. ¿Primera conclusión? El neoliberalismo otorga más capacidad a quien más posee para que pueda zafarse, por ejemplo, de la tributación nacional, que en el caso de los deportistas de élite se encuentra en el 56%. Esta característica, denunciada últimamente por numerosos altos cargos de la policía en Francia (como Jean-François Gayraud), le aporta una dimensión criminal al sistema capitalista.

Muchas veces se propone el ejemplo de los actos de evasión fiscal de Google o Apple para legitimar la acción del joven deportista. Que estas empresas se aprovechan del sistema de libre circulación de capitales para tributar donde mejores condiciones les ofrezcan es rotundamente cierto. Pero ello no legitima que otros lo puedan hacer. De hecho, la responsabilidad de un patriota, se sienta catalán o español (no importa demasiado), es la de responder a su Nación. Máxime en un momento histórico en que sus ciudadanos más lo necesitan, ya que éstos no gozan de la misma libertad. Hay que entender que el joven piloto se aprovecha del seguidismo de un gran número de fans que se ven reflejados en él, precisamente por su condición de “hermano” nacional; de hijo pródigo. Hace unos días, la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico), organización formada por la mayoría de los Estados más desarrollados del globo, mostraba unas estadísticas que clasificaban España como el cuarto país, de aquellos que conforman la OCDE, con más desigualdad entre ricos y pobres. Solo superan este mal dato tres países: Turquía, Estados Unidos y México. Además, el estudio mostraba que España se llevaba el trofeo del país donde más han empeorado estas desigualdades desde de la crisis económica. ¡Bienvenido sea el dinero de Márquez para aquellos que no pueden pagar su calefacción o llenar la nevera! O siendo más realistas, bienvenido sea para intentar salvaguardar nuestras cuentas públicas y nuestro Estado de bienestar diezmado, en parte, por el rescate de cerca de 100.000 millones de la banca privada española.

Para añadir otra guinda al asunto hay que mencionar que, en España, se evadieron fiscalmente por parte de grandes empresas y fortunas unos 107.350 millones de dólares en 2011 según Tax Justice Network. Los deportistas de élite forman parte de esta élite capaz de evadir capitales de la tributación estatal y no son pocos los casos encontrados en el deporte español (Lionel Messi es uno de esos casos, recientemente encausado y que finalmente llegó a un acuerdo con Hacienda para pagar lo que se le reclamaba).

La nación: “farsa para los ricos, realidad para los pobres”

Muchas veces se ha debatido al respecto de si los intereses capitalistas responden todavía, o no, a los intereses del Estado-nación. La verdad es que esta problemática es compleja y me gustaría abarcarla presuponiendo que ambos casos son posibles (en el siguiente artículo propondré un análisis más profundo sobre este debate). El caso de Márquez nos lleva a cuestionarnos sobre la esquizofrenia aparecida entre los valores ideológicos nacionales y de la contradicción con el interés individualista fruto del capitalismo neoliberal. La evasión fiscal de las grandes fortunas, como mencionábamos en el punto anterior, pone esta cuestión en el centro del debate.

El anclaje ideológico nacional actúa como limitador, pues otorga un sentimiento identitario de solidaridad horizontal sin distinción de clase (prevalecen las distinciones identitarias) y ata a la sociedad dentro de un marco con fronteras “reales”. El neoliberalismo y la globalización abren de par en par estas fronteras aunque mantienen la realidad ideológica de la nación para enclaustrar las reclamaciones de quienes no se benefician de los privilegios dimanados de la posesión de grandes capitales. Mi opinión personal es que un patriota es aquel quien paga impuestos en su país, ejerciendo una responsabilidad política, y no aquel quien mueve fuertemente la banderita.

Marc Márquez estará hecho un lío. La presión mediática parece haber ejercido un peso importante: el de Cervera parece haber entendido que él se alimenta, en parte, gracias a los aficionados españoles y, sin ellos, su imagen como ídolo nacional e icono publicitario puede verse castigada, perdiendo parte de su atractivo comercial y, en definitiva, pudiendo comprometer unos ingresos nada desdeñables. La esquizofrenia se produce en el momento en que esa gran masa, que le otorga esa valorización social, ve en su voluntad de cambio de residencia una traición de los valores nacionales. Estos valores, en su gran mayoría, permanecen encadenados a la realidad del Estado-nación (tanto sentimentalmente como tributariamente). La nación, como venimos diciendo, es un concepto que prevalece la cuestión identitaria contra la cuestión de clase social, permitiendo una suerte de solidaridad o pacto entre clases. Cuando este paradigma cultural se ve amenazado, toda la popularidad ganada por un excelente trabajo en el mundo del motociclismo y su amplia repercusión mediática puede verse destruida en cuestión de segundos.

Márquez ha entendido muchas cosas en poco tiempo (o debería haberlo hecho). Su responsabilidad nacional para con sus compatriotas podría ser una de estas cosas. Que el dinero no lo da todo, podría ser la segunda. La tercera, y más compleja: que la ideología nacional es incompatible con los intereses de las grandes fortunas, quienes se ven liberadas de esa realidad amén de un sistema neoliberal que les permite, exclusivamente a ellos, una movilización mayor; unas reglas trucadas. Para verse legitimado ante la opinión pública, Márquez debe entender que debe jugar el partido fiscal con las mismas reglas que ellos. En los días venideros, veremos qué representación prevalecerá en la cabeza del “crack” motociclista:la solidaridad nacional o la libertad de capitales propia del capitalismo moderno. Yo no tengo ninguna duda…

Licenciado en Geografía por la Universidad de Barcelona. Especialidad en Geografía Humana. Master 1 en Geopolitica en el Institut Français de Géopolitique (IFG). Actualmente cursando Master 2 Recherche en Geopolitica en el IFG.

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