Auto-trepanadores: taladrarse la cabeza para experimentar con la consciencia

Esta absurda práctica ha llevado a varias personas a abrirse un agujero en el cráneo.

Auto-trepanadores
Una práctica arriesgada y sin sustento científico.

En 1967 Joe Mellen, ciudadano británico de 30 años, intentó perforarse el cráneo con un trépano manual (parecido a un sacacorchos) mientras estaba drogado con ácido. Tras fracasar en su primer intento volvió a repetir el procedimiento al año siguiente con idéntico resultado. Finalmente, en 1970 logró hacerse un agujero en la zona superior de la frente con un taladro eléctrico. Pero la historia no termina ahí.

En ese mismo año, su mujer, la artista Amanda Feilding (27 años), también se perforó el cráneo, ella lo hizo con un torno eléctrico de dentista. El procedimiento fue grabado por Mellen, obteniendo como resultado algo considerado actualmente como un vídeo de culto. “Heartbeat in the brain”, que es como se llama la cinta, puede verse en Youtube y es material no apto para aprensivos. El motivo es el supuesto potencial que esta absurda práctica tiene que ver con la voluntad de “expandir la mente”, del mismo modo en el que se suele experimentar con ciertos tipos de drogas.

Esta historia es una de esos muchos ejemplos de hasta qué punto el pensamiento mágico, la experiementación irracional y las ganas de pasar por experiencias supuestamente catárquicas pueden llevar a defender una filosofía de vida basada en una mezcla de sugestión y riesgo de morir en circunstancias extrañas.

El origen de la historia: Bart Huges

Ambos fueron influenciados por el médico holandés Bart Huges, un experto en sustancias psicoactivas (principalmente LSD), quien en 1962 había afirmado que el volumen de sangre del cerebro condiciona el estado de consciencia de la persona. Según la teoría de Huges, la adopción de la postura erguida en la evolución de los homínidos tuvo un impacto negativo a nivel cognitivo e incluso fisiológico: al caminar de pie, el corazón de los humanos debe lidiar con la fuerza gravedad para llevar sangre hacia arriba, en dirección al cerebro, lo que resultó finalmente en una reducción del flujo sanguíneo en la masa encefálica. O por lo menos, eso pensaba Huges.

Es por ese primer motivo por el que Huges abogaba por la trepanación: agujerear el cráneo (sin llegar a atravesar las meninges) para, supuestamente, aumentar la cantidad de sangre que permanece en el cerebro. El segundo motivo es el sellado del cráneo que tiene lugar en los seres humanos entre los 18 y los 21 años. Según el autor, antes de ese período el cráneo infantil está tan solo parcialmente cerrado, favoreciendo suspuestamente un mayor aporte sanguíneo al cerebro, y la mayor irrigación favorecería una mayor consciencia y creatividad en el individuo al hacer funcionar el encéfalo con un mejor rendimiento.

Lo que resume la teoría de Huges es el concepto de Ego, que para él era el sistema que distribuye la sangre por todo el cuerpo. La sangre no se envía de manera uniforme, y desde su punto de vista el hecho de que la parte del cerebro que más sangre reciba sea la zona del habla y el pensamiento abstracto hace que otras regiones del cerebro reciban menos.

Esto tiene que ver con que evolutivamente el habla es la parte que ha monopolizado el desarrollo más reciente del cerebro en términos evolutivos. Siempre según el autor, realizando un orificio en el cráneo se permitiría una mayor entrada de flujo y una irrigación más equilibrada y homogénea por todo el encéfalo.

Los casos de Mellen y Feilding

Volviendo a nuestra historia: Joe Mellen conoció a Bart Huges en 1965 en Ibiza, en medio de la vorágine del movimiento Beat y los inicios del consumo de ácido. En esa época, el doctor Huges ya se había trepanado el cráneo él mismo. Cuando Mellen conoció sus ideas, estaba experimentando con el LSD y otras drogas potentes.

Por su parte, cuando Amanda Feilding conoció al doctor Huges, veniá de estudiar las religiones de distintos países y épocas históricas, así como los misticismos los ritos iniciáticos de varias culturas. No fue hasta 5 años después que los miembros del matrimonio decidió practicarse la trepanación, mezclándose así la voluntad de vivir nuevos estados de consciencia alterados, y una fascinación por los momentos rituales.

Tanto Amanda Feilding como Joe Mellen provienen de familias inglesas bienestantes. Feilding nació en el seno de una familia de aristócratas ingleses y Mellen estudió en Oxford y abandonó sus estudios de postgrado (y una vida prácticamente resuelta) para dedicarse a vivir una vida libre de buena parte de las responsabilidades típicas de los adultos occidentales.

La experiencia

Cuando se les preguntó por la experiencia en entrevistas del año 70 ambos coincidieron en que fue una operación con resultados satisfactorios; Amanda relata que todo el proceso no duró más de media hora. Al terminar la faena se envolvió la cabeza con una bufanda, se comió un bistec para recuperar el hierro perdido y se fue de fiesta. Literalmente.

Es precisamente Amanda quien describe con mayor detalle lo que uno experimenta cuando le perforan el cráneo: justo cuando terminó de hacerse el agujero lo vivió como “la llegada de una marea”. Aseguró que notó una sensación de crecimiento, lento y suave.

La experiencia de Joe fue algo más accidentada debido a que durante el procedimiento se le rompió el cable del taladro y tuvo que bajar a que se lo arreglaran con una toalla en la cabeza. En el transcurso de unas horas, tras haber terminado, le invadió una sensación, según él, de ligereza. Lo cuenta todo en su libro de memorias, Bore Hole.

En diversas entrevistas, ambos coinciden en señalar que el objetivo final de la trepanación es abrir el cerebro “al latido del corazón”, heartbeat, que es de lo que según ellos se le priva al cerebro con el sellado del cráneo en la adolescencia.

¿Cómo viven actualmente?

En la actualidad Feilding dirige una galería de arte en Londres y también es directora de la fundación Beckley, un Think Tank dedicado al estudio de la consciencia y de todas aquellas herramientas para alterarla, tanto sustancias psicoactivas como meditación, entre otras. El estudio de mecanismos físicos para lograr estados alterados de consciencia, en definitiva.

Joe Mellen realiza conferencias en las que aporta el testimonio de su juventud, recogido en Bore Hole, recientemente actualizado. Dicho libro es un auténtico alegato en favor del uso de psicoactivos y de la práctica de la trepanación. Pese a que tanto Feilding como Mellen son abiertamente defensores de esa práctica, recomiendan encarecidamente que nadie se realice a sí mismo esta operación por su cuenta. La propia Feilding se presentó a las elecciones al Parlamento Británico con la promesa de garantizar la trepanación gratuita por la seguridad social en su programa. No es broma.

Lo que podemos aprender de todo esto

Quienes defienden la trepanación como algo recomendable argumentan que es una práctica que lleva haciéndose desde los albores de la civilización y que por lo tanto tiene que ser por fuerza beneficiosa. Los expertos en el tema sitúan los inicios de esta operación en el 5000 a.C. e incluso antes, y hay evidencias arqueológicas de que era una práctica bastante común desde el neolítico. Huelga decir que dicho argumento tiene poco recorrido puesto que hay tradiciones mucho más antiguas como la lapidación, el maltrato animal o la violencia doméstica y no por ello deben ser mantenidas. El clásico argumento de “debemos seguir haciéndolo porque siempre lo hemos hecho así” queda descartado de plano.

Respecto a la mejora de la salud que pueda tener, la liberación de la mente y la consciencia, cabe recordar que no se ha encontrado una sola evidencia comprobable en ningún estudio científico que apoye esa tesis y que la neurología moderna afirma que esta operación carece de fundamento médico, además de ser evidentemente una práctica muy peligrosa, y potencialmente dolorosa o incluso mortal, especialmente teniendo en cuenta que las personas que se practican la auto-trepanación no lo hacen con finalidades médicas.

La sugestión, el hecho de que al pensar que trepanarse hace cambiar el modo de experimentar las cosas haga que efectivamente nos notemos diferentes (en el mejor de los casos, solo eso), actúa como motor de una serie de creencias totalmente irracionales. Por eso es importante no lanzarse a realizar prácticas contraindicadas por la medicina en lo que respecta a un conjunto de órganos tan importante como el cerebro.

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