La influencia del autoconcepto en el rendimiento académico

Alumnos con un buen autoconcepto, ¿mejores en la escuela?

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Desde que Howard Gardner diera a conocer su teoría de las inteligencias múltiples en 1993 y Daniel Goleman publicara en 1995 su libro «Inteligencia Emocional», un nuevo paradigma se ha abierto en las investigaciones que pretenden estudiar qué factores son los que realmente se relacionan con el nivel de rendimiento académico.

Dejando de lado la concepción tradicional de principios de siglo XX sobre el valor de CI como único predictor de la inteligencia en escolares, analicemos qué expone la ciencia sobre la vinculación existente entre la naturaleza del autoconcepto y los resultados escolares.

El rendimiento académico: ¿qué es y cómo se mide?

El rendimiento académico se entiende como el resultado de la capacidad de respuesta y aprendizaje interiorizado por el alumno derivado de la confluencia de diversos factores, como se deduce de la mayoría de constructos del ámbito de la psicología o la psicopedagogía.

Entre los factores internos se destaca la motivación, las aptitudes del alumno o su autoconcepto y, entre los externos al individuo, se encuentra el ambiente, las relaciones establecidas entre los diferentes contextos y las relaciones interpersonales incritas en cada uno de ellos. Además, otros aspectos como la calidad del docente, el programa educativo, la metodología utilizada en un determinado centro escolar, etc., también pueden resultar decisivos en los aprendizajes adquiridos por los escolares.

¿Cómo definir el concepto de rendimiento académico?

Son diversas las definiciones aportadas por los autores de este campo, pero parece haber un consenso en calificar el rendimiento como una medida de obtención de conocimientos y de saber asimilado por el alumno, por lo cual deviene el objetivo final de la educación. 

Por ejemplo, los autores García y Palacios otorgan una doble caracterización al concepto de rendimiento académico. Así, desde una visión estática se refiere al producto o resultado del aprendizaje obtenido por el alumno, mientras que bajo el punto de vista dinámico el rendimiento se entiende como el proceso de interiorización de dicho aprendizaje. Por otra parte, otras aportaciones sugieren que el rendimiento es un fenómeno subjetivo sujeto a la valoración externa y se encuentra adscrito a metas de naturaleza ética y moral acordes al sistema social establecido en un determinado momento histórico.

Componentes del rendimiento académico

1. El autoconcepto

El autoconcepto puede definirse como el conjunto de ideas, pensamientos y percepciones que el individuo tiene de sí mismo. Por tanto, el autoconcepto no debe confundirse con el “yo” o con “el sí mismo” en su totalidad; solo es una parte de este.

Autoconcepto y autoestima no son lo mismo

Por otra parte, también debe hacerse una distinción entre autoconcepto y autoestima, puesto que esta última también deviene un componente de aquel. La autoestima se caracteriza por su connotación subjetiva y valorativa sobre el autoconcepto y se muestra a partir de manifestaciones conductuales congruentes con los valores y principios de cada persona. 

De otro modo, una acepción más reciente como la de Papalia y Wendkos, contempla el vínculo entre el individuo y la sociedad, entendiendo el autoconcepto como un constructo basado en las relaciones que cada sujeto mantiene con su entorno y los seres sociales que este último incluye.

Autoconcepto desde una dimensión cognitiva

Por su parte, Deutsh y Krauss, aportan un significado de sistema de organización cognitiva al autoconcepto, el cual se encarga de ordenar al individuo respecto de las relaciones con su entorno interpersonal y social. Finalmente, Rogers diferencia tres aspectos del yo: el evaluativo (la autoestima), el dinámico (o fuerza que motiva el mantenimiento coherente del autoconcepto establecido) y el organizativo (orientado a ordenar jerárquicamente o concéntricamente las múltiples descripciones de los elementos con los que interactúa el sujeto y también los correspondientes a su yo individual).

Así, parece aceptarse que son diversos los factores externos que pueden determinar la naturaleza del autoconcepto de cada individuo: las relaciones interpersonales, las características biológicas del sujeto, las experiencias parentales educativas y de aprendizaje de la primera etapa infantil, la influencia del sistema social y cultural, etc.

Factores para desarrollar un buen autoconcepto

Las aportaciones de Clemes y Bean indican los siguientes factores como fundamentales para que el desarrollo de la autoestima y el autoconcepto se efectúe adecuadamente:

  • La vinculación o el sentimiento manifiesto de pertenencia al sistema familiar en el que se observan demostraciones de preocupación por el bienestar del otro, afecto, interés, comprensión y consideración, etc.
  • La singularidad relativa al sentimiento de saberse un individuo especial, único e irrepetible.
  • El poder referido a la capacidad para alcanzar las metas propias establecidas de forma satisfactoria y exitosa, así como la comprensión de los factores que han intervenido en caso contario. Ello va apermitir un aprendizaje de cara a futuras experiencias y el autocontrol emocional en situaciones adversas y/o inesperadas.
  • Un conjunto de pautas que establezcan un marco estable, seguro y coherente de comportamiento, contando con modelos positivos, alentadores en el fomento de los aspectos adecuados y que sepan razonar las causas que motivas las modificaciones de dicho marco de conducta.

Correlación entre rendimiento académico y autoconcepto

Las investigaciones efectuadas y expuestas en el texto llevan a extraer las siguientes conclusiones en referencia a la relación entre autoconcepto y rendimiento académico: la correlación entre ambos elementos es significativamente positiva, aunque pueden diferenciarse tres tipos de relación entre ambos conceptos.

  • La primera posibilidad contempla que el rendimiento determina el autoconcepto, puesto que la valoración que realizan las personas significativas más cercanas del alumno influyen sobremanera como este se percibe a sí mismo en su rol de estudiante.
  • En segundo lugar puede entenderse que son los niveles del autoconcepto los que determinan el rendimiento académico en el sentido de que el alumno optará a mantener cualitativa y cuantitativamante el tipo de autoconcepto adaptando su rendimiento a aquel, por ejemplo en lo referente a la dificultad de las tareas y el esfuerzo invertido en ellas.
  • Por último, autoconcepto y rendimiento académico pueden mantener una relación bidireccional de influencia mútua, tal como propone Marsh, donde una modificación en algún componente deriva en un cambio en todo el sistema para alcanzar un estado de equilibrio.

El papel de la educación familiar

Tal como se ha indicado anteriormente el tipo de sistema familiar y de dinámica establecida sobre pautas educativas y valores transmitidos de padres a hijos y entre hermanos deviene un aspecto fundamental y determinante en la construcción del autoconcepto del niño. Como figuras referentes, los progenitores deben dedicar la mayor parte de sus esfuerzos a enseñar valores adecuados y adaptativos como la responsabilidad, la capacidad autónoma en la toma de decisiones y solución de problemas, el sentido del esfuerzo invertido, tesón y trabajo para la consecución de metas, de forma prioritaria.

En segundo lugar, es muy relevante que los padres se encuentren más orientados a ofrecer un reconocimiento y un refuerzo positivo ante las acciones adecuadas de comportamiento efectuadas por los pequeños, en detrimento de centrarse en la crítica de aquellos aspectos más negativos o susceptibles de mejora; el refuerzo positivo posee un poder mayor que el castigo o el refuerzo nagativo en lo referente a la adquisición del aprendizaje comportamental. Este segundo punto resulta determinante en el tipo de apego establecido entre padres e hijos, ya que la aplicación de esta metodología facilita una vinculación más profunda afectivamente entre ambas partes.

El tercer elemento recae en el fomento de las relaciones sociales con los iguales (amistades) y otras personas del entorno interpersonal, así como la estructuración y equilibrio en el aprovechamiento del tiempo de ocio a fin de que este sea enriquecedor (basado en la variedad de tipos de actividades) y satisfactorio en sí mismo; siendo entendido como fin en lugar de como medio. En este aspecto los padres poseen un margen de maniobra limitado puesto que la elección del grupo de iguales debería partir del niño. Aún así, es cierto que el tipo de ambiente en el que este interactúa y se desarrolla está más sujeto a elecciones y preferencias más conscientes, por lo que los padres pueden tomar partido de forma relativa en seleccionar un tipo de contexto por delante de otros.

Como último factor importante, debe tenerse en cuenta el conocimiento y el establecimiento de una serie de pautas de estudio eficaces que faciliten el rendimiento académico del alumno. Aunque parece más frecuente de lo esperado que la disminución o alteración de los resultados escolares se derive de otros factores distintos a este (como por ejemplo todos los comentados en líneas precedentes), el hecho de que los padres puedan trasmitir y hacer cumplir ciertas reglas en los hábitos de estudio del niño es de vital importancia en la obtención de unas cualificaciones adecuadas (establecimiento de un horario fijo de estudio, la creación de un ambiente de trabajo adecuado en el hogar, fomento de la autonomía activa en la solución de sus tareas escolares, refuerzo de logros alcanzados, contar con el apoyo del equipo docente, ser consistente en las indicaciones transmitidas, etc.).

A modo de conclusión

Las líneas anteriores han mostrado una nueva concepción en referencia a los aspectos que determinan la obtención de buenos resultados a nivel escolar. Las investigaciones han incorporado otros elementos distintos a la capacidad intelectual extraída del Coeficiente Intelectual como posibles predictores del rendimiento académico. 

Así, aunque no existe un consenso claro sobre la relación exacta que existe entre el autoconcepto y las cualificaciones de los alumnos (qué fenómeno causa el otro), parece estar claro que la vinculación entre ambos constructos ha sido validada por distintos autores expertos en el campo. La familia, como principal agente socializador primario en la infancia, juega un papel muy importante en la formación y desarrollo de la imagen que el pequeño elabora sobre sí mismo. 

De esta forma, debe priorizarse la aplicación de unas pautas educativas que faciliten la consecución de dicha meta, como las que se han expuesto a lo largo del presente texto.

Referencias bibliográficas:

  • Gimeno Sacristán, J. (1977). Autoconcepto, sociabilidad y rendimiento escolar. Madrid: MEC.
  • Andrade, M., Miranda, C., Freixas, I. (2000). Rendimiento académico y variables modificables. Revista de Psicología Educativa, Vol. 6, N.o 2.
  • Elexpuru, I. (1994). ¿Cómo pueden los profesores favorecer el autoconcepto de sus alumnos dentro del aula?. Comunidad Educativa, No 217.
  • Galileo Ortega, J.L. y Fernandez de Haro, E (2003); Enciclopedia de la educación Infantil (vol2). Málaga. Ed: Aljibe

Psicología Infanto-juvenil y adultos

Granollers

Licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona. Especializada en Psicología Clínica mediante la titulación de Posgrado en Actualización en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona y Máster en Psicología General Sanitaria en la UDIMA . Especializada en Psicopedagogía mediante la titulación de Máster en Psicopedagogía Clínica en el Instituto Técnico de Estudios Aplicados. Psicóloga infanto-juvenil, de población adulta y psicopedagoga desde hace más de 10 años. Directora de Elisabet Rodríguez - Psicologia i Psicopedagogia (Granollers) desde 2016.

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