Habilidades sociales en la infancia: ¿cuáles son y cómo desarrollarlas?

¿En qué consisten y por qué son tan relevantes las habilidades sociales en el desarrollo infantil?

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En los últimos tiempos se ha tomado una mayor concienciación sobre la importancia atribuida a la adquisición de unas habilidades sociales adaptativas durante los primeros años de vida del ser humano.

De forma genérica, se ha podido demostrar como este tipo de aptitudes condiciona el funcionamiento futuro tanto a nivel social como psicológico de un individuo. Se podría decir que la influencia se circunscribe a todas las áreas vitales de la persona: el ámbito profesional, el académico, el interpersonal y el personal.

El concepto de habilidades sociales

Caballo en 1986 define el concepto de habilidades sociales como el conjunto de conductas realizadas por un individuo en un contexto interpersonal en el que expresa sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de un modo adecuado a la situación, respetando esas conductas en los demás, y donde generalmente resuelve los problemas inmediatos de la situación mientras reduce la probabilidad de que aparezcan futuros problemas.

Múltiples son las conductas concretas susceptibles de incluirse dentro de la categoría de habilidades sociales. Una sencilla clasificación diferencia dos grandes áreas principales: el comportamiento verbal y el comportamiento no verbal. Cada una de estas categorías consta de diferentes dimensiones más concretas

Comportamiento no verbal: gestos, tics, ademanes...

En lo relativo a los aspectos no verbales de la comunicación pueden valorarse las siguientes variables: la expresión facial (que indica el nivel de interés y/o comprensión del mensaje que nos trasmite el interlocutor), la mirada (útil en la expresión de emociones), la postura (describe la actitud, estado emocional y sentimientos propios y ajenos), los gestos (aumentan o sustituyen el significado del mensaje trasmitido), la proximidad y el contacto físico (ambos reflejan el tipo de relación y vínculo entre los interlocutores -aproximación o alejamiento-), las claves vocales (tanto el tono como el volumen, la velocidad, las pausas, la fluidez, etc. modulan el significado del mensaje verbal expresado) y la apariencia personal (ofrece información sobre intereses y afinidades propias) devienen los principales.

Comportamiento verbal: lo que expresamos a través del lenguaje

Por otra parte, el comportamiento verbal se utiliza para comunicar aspectos tanto cognitivos (como pensamientos, reflexiones, opiniones o ideas) como emociones o sentimientos. Además permite informar de acontecimientos pasados, demandar información, justificar una opinión, etc.

En este tipo de conducta resulta relevante considerar la influencia que ejercen los factores relacionados con la situación en que se produce el mensaje sobre las características de los interlocutores, así como sobre los objetivos que se pretenden conseguir con dicha información. Un requisito fundamental para el éxito del proceso comunicativo recae en la necesidad de que emisor y receptor compartan el código (el lenguaje) a través del cual se efectúa ese comportamiento verbal.

El aprendizaje de habilidades sociales en la infancia temprana

De forma más explícita, el aprendizaje de las habilidades sociales es sensiblemente más importante en los primeros años de vida debido a que es durante la etapa preescolar y escolarización primaria cuando se inician los procesos de socialización infantil.

Estas primeras experiencias sociales van a condicionar la forma en que va a relacionarse el niño con sus padres y otros familiares, los pares y otras figuras más o menos alejadas de su entorno social. A fin de lograr un proceso de crecimiento y desarrollo emocional y cognitivo adecuado, resulta indispensable que el niño adquiera unas pautas comportamentales que le permitan conseguir los objetivos tanto a nivel personal (autoestima, autonomía, capacidad de decisión y afrontamiento) como a nivel interpersonal (establecimiento de relaciones sanas amistosas, románticas, familiares, profesionales, de convivencia en sociedad, etc.).

Otra de las razones que motiva a resaltar la importancia de destinar específicamente una parte de las enseñanzas a potenciar las habilidades sociales en etapas tempranas es la errónea y tradicional concepción ampliamente extendida de considerar que este tipo de aptitudes se asimilan de forma automática con el paso del tiempo. Como consecuencia de esta creencia se resta importancia a enfatizar este tipo de aprendizajes y, por consiguiente, el niño acaba por no interiorizar estos aspectos tan relevantes para su desarrollo.

Por último, el hecho de saberse competente en el área de las habilidades sociales posibilita al niño la capacidad de asimilar de forma más profunda y completa otro tipo de capacidades como las intelectuales o as cognitivas.

¿A qué se deben los déficits de habilidades sociales de los niños?

Un déficit conductual en el manejo de las habilidades sociales puede ser debido a las siguientes causas:

  • Déficit en habilidades de forma general: motivado por la ausencia de su adquisición o por la expresión de conductas sociales inapropiadas.
  • Ansiedad condicionada: ante experiencias aversivas pasadas o debido al aprendizaje observacional a través de un modelo poco adecuado la persona puede presentar un nivel de ansiedad elevado que le impide dar esa respuesta adaptativa.
  • Evaluación cognitiva deficiente: cuando el individuo presenta un autoconcepto negativo combinado con un funcionamiento cognitivo pesimista puede evitar ejecutar determinadas acciones debido a que cuestiona la propia competencia ante tal situación. Con la finalidad de evitar el malestar producido por esa autovaloración, el niño evitará emitir tales comportamientos.
  • Falta de motivación para actuar: si la consecuencia seguida a la realización de un comportamiento social apropiado no se produce o presenta carácter neutro para el individuo, dicha conducta perderá su valor reforzante y dejará de emitirse.
  • El sujeto no sabe discriminar: ante el desconocimiento de los derechos asertivos de que debe disponer toda persona, esta no puede diferenciar si en una situación determinada se están vulnerando o no tales derechos. Por tanto, no emitirá esa acción socialmente competente y asertiva.
  • Obstáculos ambientales restrictivos: si el ambiente dificulta que puedan manifestarse abiertamente conductas sociales apropiadas, estas tenderán a no darse en tal contexto (sobre todo en entornos familiares autoritarios, controladores y no afectivos).

El adulto como modelo para el aprendizaje de habilidades sociales de los niños

Según lo expuesto por las Teorías del Aprendizaje de Bandura y otros expertos, dos son los elementos fundamentales para que se produzca el proceso de aprendizaje.

El primer factor alude al tipo de consecuencias y su contingencia temporal tras la emisión de un comportamiento concreto. Cuando una conducta va seguida de una consecuencia agradable la conducta tiende a aumentar en frecuencia, mientras que en el caso de que la consecuencia a la conducta sea desagradable y contingente la tendencia será de disminución o eliminación de tal comportamiento.

La segunda variable se refiere a la reproducción de comportamientos a partir de la observación de modelos o referentes conductuales.

Dado que estas son las fuentes principales que motivan el aprendizaje comportamental, resulta muy relevante la naturaleza de las actitudes y la tipología cognitivo-conductual de los adultos educadores. Estas figuras son las encargadas de aplicar unas consecuencias determinadas a las conductas emitidas por los pequeños y representan a los modelos que van a servir de referencia en la ejecución de conductas por parte de los niños.

Claves educativas en el terreno de las habilidades sociales

Por todo ello cabe tener muy en cuenta que, tanto debido al primer caso como al segundo, sus prácticas deben ser las adecuadas para garantizar que el niño aprenda un repertorio conductual competente y satisfactorio. En concreto, cuatro son las actitudes fundamentales que deben presentar los adultos para alcanzar la finalidad indicada:

  • Ofrecer un modelo adecuado: la figura del modelo debe ejecutar en todo momento repertorios conductuales adecuados, puesto que si el pequeño observa divergencias de comportamiento en función de la situación o del interlocutor no podrá interiorizar correctamente cuál debe aplicar, dónde y cómo. Por otra parte, debe tenerse en cuenta que los niños también son susceptibles de copiar comportamientos desadaptativos observados en los modelos si estos los llevan a cabo en el contexto real de manera habitual. Las figuras de referencia deben mostrar competencia en la expresión de la propia opinión y de los propios sentimientos, hacer peticiones, reafirmarse según su punto de vista y rechazar verbalizaciones inapropiadas de forma justa y respetuosa.
  • Valorar los aspectos positivos: como se comentaba anteriormente, para que una conducta adecuada tienda a aumentar su frecuencia resulta fundamental el recompensar al emisor de tal acción con una consecuencia positiva y contingente en el tiempo. Numerosos estudios demuestran que el reforzamiento positivo es la metodología más eficaz de los cuatro principios del condicionamiento operante (refuerzo positivo/negativo y castigo positivo/negativo), en mayor medida que la crítica o la amenaza ante conductas inadecuadas. Un aspecto igualmente relevante es ofrecer al niño la posibilidad de que realice de forma autónoma los comportamientos que se consideran adecuados, incluyendo los momentos iniciales en los que esa acción no acaba de ser ejecutada completamente de forma correcta. La práctica reiterada le proporcionará el perfeccionamiento de la conducta, por ello no es aconsejable que el modelo prive al niño de esa práctica autónoma.
  • Facilitar en entrenamiento en un pensamiento divergente: enseñar como hábito la idea de que no existe, en muchas ocasiones, una única solución para solventar un determinado problema puede facilitarles el establecimiento y desarrollo de la capacidad creativa, así como también se promueve un afrontamiento activo ante posibles adversidades o acontecimientos a superar.
  • Proporcionar ocasiones que faciliten la práctica de HHSS: cuanto más variadas sean las situaciones en las que se debe desenvolver el niño, más competencia tendrá ante un mayor número de situaciones sociales. Una característica intrínseca de las situaciones sociales es su espontaneidad, con lo cual se va a facilitar que el pequeño pueda poner en marcha, además, el proceso de razonamiento divergente anteriormente indicado.

Algunas conclusiones

A modo de conclusión, puede extraerse de lo expuesto que la etapa infantil debe entenderse como un periodo altamente sensible para la adquisición de la mayor parte de los aprendizajes.

Las HHSS devienen una serie de capacidades fundamentales que pueden situarse al mismo nivel (e incluso en uno superior) que otros aprendizajes más instrumentales como la aptitud lingüística o la matemática, puesto que el desarrollo y estabilidad emocional individual-relacional de una persona en etapas vitales posteriores derivará de la consolidación de un repertorio de habilidades sociales adaptativas durante los periodos iniciales.

Las Teorías del Aprendizaje muestran como una gran parte de las enseñanzas son trasmitidas por observación e imitación de modelos. Atendiendo a esta premisa, debe subrayarse el papel fundamental que recae en las figuras socializadoras principales durante la etapa infantil: los progenitores y educadores. Por ello, ambas partes deben disponer de los recursos suficientes y adecuados como para ejercer un modelado positivo y beneficioso en el destinatario durante su crecimiento madurativo.

Referencias bibliográficas:

  • Bandura, A. (1999a). A social cognitive theory of personality. In L.Pervin & O.John (Eds.), Handbook of personality (2nd ed., pp. 154–196). New York: Guilford.
  • Caballo,V. (1993): Manual de técnicas de terapia y modificación de conducta. Madrid: Siglo XXl.
  • Caballo, V. (1983). Manual de entrenamiento y evaluación de las habilidades sociales. Madrid: Siglo XXI.

Psicología Infanto-juvenil y adultos

Granollers

Licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona. Especializada en Psicología Clínica mediante la titulación de Posgrado en Actualización en Psicología Clínica por la Universidad de Barcelona y Máster en Psicología General Sanitaria en la UDIMA . Especializada en Psicopedagogía mediante la titulación de Máster en Psicopedagogía Clínica en el Instituto Técnico de Estudios Aplicados. Psicóloga infanto-juvenil, de población adulta y psicopedagoga desde hace más de 10 años. Directora de Elisabet Rodríguez - Psicologia i Psicopedagogia (Granollers) desde 2016.

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