Cómo explicarle a un niño o niña la muerte de un ser querido

Comunicar bien este triste hecho es clave para que pueda aceptarse esa realidad y elaborar el duelo.

Hasta hace sólo un par de generaciones, el familiar fallecido era velado en la casa y los niños participaban de todo el ritual como cualquier otro miembro de la familia. Aunque esto ya no se haga de ese modo, apartar a los pequeños de esta clase de momentos hace que se sientan excluidos de la unidad familiar en un momento en que necesitan especialmente su protección.  

Se ha extendido en los últimos años la tendencia a sobreproteger a los menores utilizando eufemismos e incluso mintiéndoles acerca de la muerte para evitarles el dolor. Sin embargo, la muerte es parte natural de la vida y preparar a los niños para afrontarla es fundamental para que puedan normalizar las fases del duelo llegado el momento. Ahora bien... ¿cómo hacerlo?

Comunicar la muerte de un ser querido a un niño

El fallecimiento debe ser comunicado siempre por uno de sus progenitores o, si esto no fuera posible, por algún familiar o persona muy cercana al círculo afectivo del niño. Debemos elegir un entorno tranquilo y calmado, a cubierto, donde pueda sentirse protegido: el lugar más idóneo es su propia habitación. 

Nos sentaremos a su lado y estableceremos contacto físico, ya sea abrazarle o tomar su mano, poner la nuestra sobre una de sus piernas… el contacto visual es igualmente importante. Nuestro tono de voz será calmado y utilizaremos palabras sencillas que el niño pueda comprender, con frases cortas y sin evitar palabras como “muerto” o“muerte”.

Niños y niñas de hasta 6 años

Aún no tienen claro el concepto de irreversibilidad de la muerte, por lo que tenemos que ser muy concisos. Por ejemplo, podemos decirle que ha muerto y no volverá nunca más, que ya no vamos a verle nunca, que está muerto para siempre. 

Es importante que comprenda que la muerte no es algo mutable para que pueda enfocar el hecho. Su siguiente preocupación será en qué va a afectarle eso a él en su vida, y ahí habremos de responderle con sinceridad, explicándole los cambios que habrá (si por ejemplo ha fallecido uno de los padres), si seguirá yendo al mismo colegio y viviendo en la misma casa, quién va a cuidar de él ahora…

De 6 a 9 años

Ya saben que la muerte no es un hecho reversible pero continúan teniendo dudas como si estar muerto duele, si pueden oírnos, a dónde van los muertos… Deberemos ser sinceros en nuestras respuestas y procurar dar respuestas abiertas para que él mismo pueda tener su idea al respecto. 

Por ejemplo, podemos decirle que para unas personas los fallecidos van al paraíso, que para otras vuelven a nacer al cabo de un tiempo, para otras todo acaba con la muerte… y que en realidad nadie lo sabe con certeza, explicarle lo que nos reconforta pensar a nosotros pero que él puede pensar y creer lo que le haga sentir mejor.

De 9 en adelante

Ya comprenden la muerte igual que nosotros y su máxima preocupación será su propia seguridad, mantener lo más intacto posible su mundo. Es fundamental respetar sus tiempos y darles espacio si prefieren estar solos o estar en compañía de chicos de su edad. Basta con hacerles saber que estamos ahí si necesita cualquier cosa de nosotros.

Es importante explicarle al niño que pasar por un duelo es un proceso que lleva tiempo, que poco a poco irá recuperando la normalidad y respetarlo si está de mal humor o no desea hablar, ya que las malas contestaciones y la rabia son muchas veces la manera de expresar las lágrimas. Conviene también resaltar la importancia de respetar el dolor del niño, independietemente de su edad, si se trata de la muerte de una mascota pues es un miembro más de la familia.

Montserrat González lleva 27 años relacionando teatro y pedagogía desde sus facetas de actriz, dramaturga y directora. Además de tener formación filológica, es coach y técnico en PAP por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente imparte talleres de formación teatral psicopedagógica y de PAP (primeros auxilios psicológicos) para docentes y formadores y es coordinadora de la escuela de Teatro para la Integración de Mujeres Víctimas de la Guerra en la R.D. del Congo, en colaboración con la ONG Proyecto Rubare. Es también presidenta de la Asociación Cultural Teatro Espolón y colabora como escritora en diversas publicaciones de carácter educativo y/o psicológico.

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