Dermatilomanía (trastorno por excoriación): síntomas y causas

Este trastorno mental produce unas ganas irrefrenables de arrancarse o pellizcarse la piel.

El trastorno por excoriación, también conocido como dermatilomanía, consiste en rascarse y arrancarse partes de la piel, en general a causa de sentimientos intensos de ansiedad.

En este artículo describiremos los síntomas, las causas y el tratamiento de la dermatilomanía; en relación a este último aspecto nos centraremos en la técnica de inversión del hábito.

¿Qué es la dermatilomanía?

La dermatilomanía es una alteración psicológica caracterizada por un impulso intenso y frecuente de pellizcar, rascar o arrancar partes de la propia piel. El DSM-5 la introduce bajo la nomenclatura “Trastorno por excoriación” dentro de la categoría del trastorno obsesivo-compulsivo y otros relacionados, en la que también se encuentra la tricotilomanía.

Según este manual diagnóstico el trastorno por excoriación se define como el hábito de rascarse la piel de forma compulsiva y repetitiva hasta provocar lesiones. Estas pueden llegar a ser considerables y existe un riesgo significativo de que se produzcan infecciones en las regiones dañadas.

A pesar de que la mayoría de expertos señalan la cercanía entre la dermatilomanía y los trastornos obsesivo-compulsivos, Odlaug y Grant (2010) afirman que es más similar a las adicciones porque el acto de pellizcarse o rascarse la piel comporta emociones placenteras. Por contra, en los trastornos compulsivos los rituales tienen el objetivo de reducir la ansiedad.

Este trastorno fue descrito por primera vez en 1875 por Erasmus Wilson, quien se refirió a él como “excoriaciones neuróticas”. Poco después, en 1898, Louis-Anne-Jean Brocq describió varios casos similares en chicas adolescentes con acné. A pesar de las múltiples referencias en la literatura, hasta el DSM-5 la dermatilomanía no había sido reconocida oficialmente.

Síntomas y signos principales

La literatura científica revela que las sensaciones de ansiedad y de tensión emocional desencadenan los episodios de dermatilomanía. Estos suelen dirigirse a una parte de la piel en la que la persona percibe algún tipo de imperfección, como puede ser un grano o una descamación.

La cara es el blanco más habitual de las lesiones, si bien también se producen con frecuencia en la espalda, en el pecho, en el cuero cabelludo o en las extremidades, especialmente en las uñas y en las puntas de los dedos. Normalmente las excoriaciones se realizan con los dedos, si bien en ocasiones se utilizan la boca o instrumentos como agujas.

Estos episodios pueden producirse de forma repetida durante la vida cotidiana, pero también es posible que se dé sólo uno al día con una duración y una intensidad muy elevadas. En general las personas con dermatilomanía se focalizan en una sola parte del cuerpo, excepto cuando está muy dañada.

La dermatilomanía puede provocar alteraciones graves en la piel, fundamentalmente daño en los tejidos afectados, aparición de pústulas e infecciones que en ocasiones incluso alcanzan la sangre (septicemia). La excoriación también puede dejar cicatrices o desfigurar la piel, lo cual aumenta los fuertes sentimientos de vergüenza y culpa de las personas con dermatilomanía.

Causas de este trastorno

Las motivaciones para los episodios de dermatilomanía varían en función de la persona. No obstante, una hipótesis ampliamente aceptada es que la activación fisiológica, y en particular la que se deriva del estrés psicosocial, dispara las conductas de excoriación, que tienen una funcionalidad ansiolítica.

Mientras que en perfiles obsesivo-compulsivos la dermatilomanía suele asociarse a la percepción de contaminación de la piel, en otros más cercanos al trastorno dismórfico corporal la finalidad de estos comportamientos tiene que ver con el intento de eliminar imperfecciones físicas.

Se ha encontrado una relación entre la dermatilomanía y el incremento en los niveles de dopamina, implicada en el control motor, en el sistema cerebral de recompensa y en el desarrollo de adicciones. La presencia excesiva de este neurotransmisor, lo cual sucede al consumir sustancias como la cocaína, parece promover la excoriación.

Por otra parte, se ha propuesto que este trastorno podría tener su base biológica en el circuito motor frontoestriado, que conecta las regiones del lóbulo frontal de las que dependen las funciones cognitivas con los ganglios basales, fundamentales para los movimientos automáticos.

Tratamiento psicológico: inversión del hábito

Como sucede con otros trastornos relacionados con hábitos físicos y motores, entre ellos los tics, la onicofagia, la tricotilomanía, el tartamudeo o el síndrome temporomandibular, la dermatilomanía puede manejarse mediante la técnica de inversión del hábito de Azrin y Nunn (1973), que se enmarca en la terapia cognitivo-conductual.

Este procedimiento consta de varios pasos. En primer lugar se lleva a cabo un entrenamiento para promover la detección de las conductas de excoriación, que en muchos casos son automáticas, así como de los estímulos que las anteceden, principalmente las sensaciones de tensión emocional.

A continuación se practica una respuesta que sea incompatible con el hábito negativo para ejecutarla cuando aparezca el impulso de, en este caso, rascarse la piel; esta nueva conducta debe convertirse en un hábito que sustituya la excoriación. Un ejemplo podría ser cerrar los puños para evitar que los dedos lleguen a tocar el propio cuerpo.

El resto de componentes del programa de Azrin y Nunn consisten en aplicar refuerzo contingente a la ausencia de excoriación (manejo de contingencias), enseñar técnicas de relajación al cliente para disminuir la ansiedad que dispara los episodios, y finalmente generalizar de forma sistemática las habilidades al contexto de la vida cotidiana.

Referencias bibliográficas:

  • Azrin, N. H. & Nunn, R. G. (1973). Habit-reversal: a method of eliminating nervous habits and tics. Behavior Research and Therapy, 11(4): 619–28.

  • Dell'Osso, B., Altamura, A. C., Allen, A., Marazziti, D. & Hollander, E. (2006). Epidemiologic and clinical updates on impulse control disorders: a critical review. European Archives of Psychiatry and Clinical Neurosciences, 256(8): 464–75.

  • Odlaug, B. L. & Grant, J. E. (2010). Pathologic skin picking. American Journal of Drug and Alcohol Abuse, 36(5): 296–303.

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