La amabilidad, un problema en la elección de pareja

Contra lo que dictaría la intuición, la amabilidad puede tener consecuencias negativas.

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La elección de pareja es una de las decisiones que más se hacen, a las que más importancia parecemos darle y una de las que mayores consecuencias puede acarrear.

Sin embargo, la verdadera compatibilidad es difícil de encontrar, y algunos podrían decir que muchas parejas parecen haberse originado a raíz de una decisión equivocada. De modo que, si la elección de pareja es tan importante, ¿por qué estas elecciones salen mal con tanta frecuencia?

La amabilidad parece ser un escollo a la hora de elegir pareja

Gran parte de los estudios psicológicos sobre este tema toman como variables características fijas, como el nivel de riqueza, datos objetivos sobre el físico, etc. Sin embargo, hay que tener en cuenta también variables que se dan sobre el terreno y que solo existen en la relación personal que tenemos con los demás. ¿Puede haber algo en esa manera de relacionarnos que nos influya a la hora de establecer relaciones románticas? Ya contamos con estudios que señalan en esa dirección.

Investigación

Un equipo de investigación de la University of Toronto ha llegado a la conclusión de que una de las explicaciones a una poco afortunada elección de pareja podría ser, en resumidas cuentas, esta: somos demasiado amables.

Rechazar a alguien supone una dificultad que no siempre se está dispuesto a superar, y la empatía (o cordialidad, o amabilidad, o cortesía) puede hacernos muy abiertos a la posibilidad de citarnos con todo tipo de personas... incluso aquellas que son incompatibles con nosotros.

Tomando como punto de partida el supuesto de que los seres humanos tenemos tendencias sociales que nos llevan a ponernos en el lugar del otro y a ser amistosos con los demás (o, mirado de otra forma, a evitar el conflicto), el equipo realizó un experimento para observar de qué manera esta predisposición a la empatía afectaba a la hora de elegir pareja. Para ello, invitaron como sujetos experimentales a varios hombres y mujeres, estando todas estas personas solteras e interesadas en tener citas. A cada uno de ellos, de forma individual, se les mostraban tres perfiles con diversos datos acerca de tres personas diferentes.

Después, el sujeto experimental decidía cuál de esos tres perfiles era el más deseable como posible cita. Una vez hecho esto, se le proporcionaba al sujeto experimental más información acerca de la persona que había elegido: se trataba de un conjunto de datos entre los cuales hay características que previamente la persona ha señalado como excluyentes, es decir, que eliminan a la persona que tenga estas cualidades como posible pareja.

Una vez recibida esta información, se le preguntó a la persona si estaría interesada en establecer contacto con la persona descrita en los informes. En otras palabras, si les interesaba tener la posibilidad de citarse con ella.

La importancia de quedar bien

Sin embargo, a partir de este punto el experimento se bifurcaba en dos variantes. A algunas personas se les decía que la posible media naranja estaba allí mismo, en el laboratorio, en una habitación contigua. A otro grupo de participantes se les pedía que imaginasen que esta persona estaba en la sala de al lado.

Esto significa que un grupo de participantes estaba más condicionado empáticamente que el otro, al sentir que proximidad personal con una persona que, al menos sobre el papel, no reunía las características que buscaban.

¿Fueron distintos los resultados en ambos grupos?

Claramente distintos. En el grupo de los que sólo tenían que imaginar la proximidad de la otra persona, apenas un 17% de los participantes afirmó querer verse con la otra persona.

En cambio, en el grupo de los que creían tener cerca a la otra persona, más de un tercio aceptó. Además, cuando se les preguntó qué les había movido a tomar esa decisión, los científicos encontraron una combinación de interés propio y espíritu de generosidad. La preocupación por el sentimiento del otro influyó claramente, a costa de la predisposición para rechazar posibles parejas.

Sin embargo, no está claro que esta tendencia tenga que ser una fuente de infelicidad. Desde luego, puede serlo si la empatía enmascara incompatibilidades importantes que se van revelando a medida que la relación progresa, hasta llegar a un punto en el que estos problemas cobran más protagonismo que las ganas de no herir al otro. Por otro lado, también puede originar relaciones románticas allí donde a priori sólo había prejuicios e ideas banales sobre cómo tiene que ser la pareja ideal, y esto a su vez haría que la empatía y los lazos emocionales se refuercen gradualmente. Como en muchas otras cosas, el tiempo parece ser un factor decisivo a la hora de evaluar una relación personal.

Psicólogo

Licenciado en Sociología por la Universitat Autónoma de Barcelona. Graduado en Psicología por la Universitat de Barcelona. Posgrado en comunicación política y Máster en Psicología social.

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